El papado es el único régimen de Occidente que se ha perpetuado sin interrupción desde hace veinte siglos.
Introducción
Si bien es cierto que el papa es una de las personalidades más conocidas, no lo es tanto la institución que encarna, que para una gran mayoría de gentes permanece, asombrosamente, en las penumbras de la ignorancia. ¿Qué se sabe de su historia? Sin embargo, el papado es el único régimen de Occidente que se ha perpetuado sin interrupción desde hace veinte siglos. Y, estrechamente unido al nacimiento de Europa, ha sido el que ha modelado su evolución. Incluso guió sus destinos durante largo tiempo, hasta que los Estados que había ayudado a nacer le obligaron a replegarse a sus auténticas funciones. Feliz derrota, por tanto, que echando por tierra su poder temporal le restituyó su prestigio moral. Su historia agitada, zigzagueante con frecuencia entre dos extremos contrapuestos, cayendo desde lo más alto a simas de decadencia para volver a alcanzar nuevas cumbres, ofrece, tras la aparente incoherencia de sus líneas quebradas, una trayectoria perfectamente continua.
Este libro se propone seguir de cerca esa línea maestra. Los doscientos sesenta y cuatro personajes que se han sucedido desde San Pedro a Juan Pablo II forman una cadena que nunca lograron romper a lo largo de los siglos los treinta y seis antipapas que descargaron sus golpes contra ella.
Nos apresuramos a dejar bien sentado que esta cronología exhaustiva ha sido escrita con seriedad, lejos de la apología a ultranza y del panfleto sistemático, géneros igualmente ajenos al historiador. Aquí no se ha tratado de hacer una defensa de la fe ni de denigrar errores. Tan lejos nos hemos mantenido de idealizar a las personas como de caricaturizarlas, pues si una elemental cortesía exige respetar las convicciones de los demás, la objetividad prohíbe desfigurar los hechos.
Ahora bien, en casi dos mil años de papado ha acontecido de todo: lo mejor y lo peor. Quizá este relato choque a los que, por un prejuicio rechazable, pretenden que las tareas santas no sean desempeñadas más que por santos. Todos los papas, sin embargo, han sido hombres «y nada humano les ha sido ajeno». Si muchos han merecido ser canonizados casi un centenar, Alejandro Borgia, por contra, ha tenido más de un émulo y, entre ambos polos, muchos papas han mostrado, junto a virtudes notables, lamentables defectos.
¿Por qué extrañarse? ¿No le dijo una vez Jesús a Pedro:«Apártate de mí, Satanás que no sientes las cosas que son de Dios … » (Mc 8, 33) ? ¿Y no renegó Pedro de Cristo en el patio de la casa de Caifás? ¿No ha escrito san Pablo que se enfrentó al príncipe de los apóstoles «porque era digno de reprensión» (Gal 2, ll)?
La función otorga poderes, pero no garantiza la debida aptitud para ejercitarlos. Todos los papas, desde el primero al último, han tenido una conciencia muy clara de la relevancia de su cargo, pero cada cual lo ha asumido con distinta fortuna. Esta doble semejanza entre Pedro y sus sucesores ha sido subrayada magistralmente por el cardenal Ratzinger en su obra El nuevo pueblo de Dios, aparecido en 1969. ¿Se podría utilizar una referencia mejor al enfrentarse con el riesgo de volver a contar la historia de todos los que han protagonizado la misión de Pedro, con sus glorias y sus debilidades? Llamados a ser roca sobre la que construir la Iglesia, a veces han sido piedra de escándalo; depositarios de las llaves del Reino de los Cielos, alguna vez las han empleado para forzar cerraduras terrenas; encargados de confirmar a sus hermanos en la fe con el testimonio de su ejemplo, en ocasiones les han desorientado y hasta indignado con sus escándalos.
¿Habrá sido eso -los trazos sombríos- lo que ha hecho que una historia que tanta importancia tiene para el Occidente permanezca casi desconocida? Desde luego, no han faltado obras serias en la historiografía del papado, pero de tan enorme envergadura que han quedado fuera del alcance del gran público. Sus volúmenes ocupan pesadamente las estanterías de las bibliotecas científicas, a donde sólo los especialistas acuden para consultarlos. Por tanto, el presente libro viene a llenar una laguna. Presenta a un amplísimo círculo de lectores, con una conexión cronológica sin solución de continuidad, un resumen completo, riguroso, de la vida de estos trescientos personajes, papas y antipapas, que han entramado la historia de la Iglesia. Con el deseo de que su lectura no resulte fatigosa, el autor no ha querido renunciar al humor ni a la ironía. En cambio, se ha impuesto la obligación de no condenar ni de caer en el panegírico, dejando que sea el lector el que juzgue. Los creyentes llegarán a la conclusión indudable de que «Dios escribe derecho con renglones torcidos». Los demás, sin llegar a eso, conocerán con interés las peripecias insospechadas de la más venerable institución del Occidente.