El Reino de Dios anunciado por Jesús, no está por venir sino que ya está en nuestro corazón. Para poderlo escuchar hay que silenciar el ruido mundano abstrayéndonos de distracciones vanas y superfluas y actuar convencidos de que es Dios el que nos habla; pedirle al Espíritu Santo el don del dicernimiento para saber distinguir los llamados divinos de nuestros pensamientos dispersos…
El Reino de Dios anunciado por Jesús, no está por venir sino que ya está en nuestro corazón.
Para poderlo escuchar hay que silenciar el ruido mundano abstrayéndonos de distracciones vanas y superfluas y actuar convencidos de que es Dios el que nos habla; pedirle al Espíritu Santo el don del dicernimiento para saber distinguir los llamados divinos de nuestros pensamientos dispersos…
Los felicito son pocos parta tanta maldad
Los felicito son pocos parta tanta maldad
Los felicito son pocos parta tanta maldad