El P. Kevin Deakin, Siervo del Hogar de la Madre, fue cegado durante su juventud por los placeres del mundo, hasta tal punto que pensaba que no podía existir mayor felicidad que la que estos le ofrecían. Sin embargo, al escuchar el testimonio de un amigo con el que jugaba a rugby sobre cómo encontró su vocación al sacerdocio y qué cosas pedía el Señor ahora de él, le hizo reflexionar sobre cómo estaba viviendo su propia vida. Después de una larga lucha espiritual, y con la ayuda de Dios, empezó a caminar por la vida de la gracia, donde encontró la felicidad de la que su amigo hablaba.
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