El milagro de Jimena

En medio de las lágrimas, en tensión por la intensidad de su oración en las JMJ, una joven con ceguera abrió los ojos y pudo ver perfectamente

Dios sigue hablando y lo hace con gestos y palabras. He escuchado a algunas personas agnósticas o ateas decir que, si vieran un milagro, creerían. Aparte de que milagros, hay muchos: todos los días, por ejemplo, sale el sol por la mañana de un modo majestuoso. De vez en cuando, se dan los milagros que nos gustan; como el de Jimena el pasado día cinco, fiesta de la Virgen de las Nieves. En medio de todo el jaleo de la JMJ de Lisboa, Dios habló con un gran milagro.

Jimena, una joven de 16 años, llevaba dos años y medio con una ceguera del 95% y era irreversible, según el diagnóstico de varios médicos. Para poder seguir las clases tuvo que aprender Braille. Movida por la fe, pedía su curación, y había comenzado una novena a la Virgen, que terminaba el día de su fiesta. Como coincidía con las jornadas de la JMJ, se invitó a muchos jóvenes a unirse a esta petición.

Según su propio testimonio, el sábado día 5, después del rosario del Papa en Fátima, asistió a misa con su grupo de más de trescientos jóvenes. Después de comulgar, se conmovió mucho y lloró; le pedía a la Virgen que la escuchara en este final de la novena. En medio de las lágrimas, en tensión por la intensidad de su oración, abrió los ojos y pudo ver perfectamente. El milagro lo presenciaron todos los que asistían a la misa. Un signo del Señor que ha conmovido a muchísimos.

Vemos en el Evangelio el relato de la tormenta calmada en el mar de Galilea: “Mientras tanto, la barca ya se había alejado de tierra muchos estadios, sacudida por las olas, porque el viento le era contrario”. En muchas ocasiones estamos inmersos en problemas y preocupaciones: enfermedad, soledad, paro, pobreza, desamor, incomprensión…, parece que el mundo se nos viene encima. Nos preguntamos entonces dónde está Dios.

“Cuando le vieron los discípulos andando sobre el mar, se asustaron y dijeron: —Es un fantasma. Y llenos de miedo empezaron a gritar. Pero al instante Jesús les habló: —Tened confianza, soy yo, no tengáis miedo”. La presencia de Jesús nos puede asustar, confundir; como les sucedió a los apóstoles. Ante el peligro flaqueamos, perdemos la objetividad. Esto es normal, la fe que nos pide Dios no tiene que ser la de titanes. Vale también la “poca” fe. Entonces lo que haremos es pedir que nos la aumente.

Como Pedro, nos podemos abalanzar sobre las aguas y flaquear. Pero, lo importante es saber que Dios está a nuestro lado, que siempre nos tiende la mano: “—¡Señor, sálvame! Al instante Jesús alargó la mano, lo sujetó y le dijo: —Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”. Jimena, con una gran fe, rezaba, pero también lloraba. Abrió los ojos con temor y comprobó que veía.

De todos modos, Jesús no ha venido a resolvernos los problemas. Seguro que, en Lisboa, había muchos más enfermos y solo curó a una, que sepamos. El Señor nos muestra nuestra grandeza, nos enseña que Dios es nuestro Padre, que somos valiosos, importantes, amados. No podemos vivir como ciegos, ignorantes de lo bonita y grande que puede ser nuestra vida, con miedos. Contamos con su gracia para luchar, para hacer frente a los problemas, para superar los obstáculos. Tenemos su perdón cuando caemos. Su mano siempre tendida para levantarnos.

Cuando nos rodean los obstáculos, cuando se amontonan nuestros pecados, cuando nos fallan aquellos en quienes confiamos, cuando todo parece hundirse y tenemos miedo, podemos agarrarnos a Cristo. Se repetirá la escena evangélica: “Y cuando subieron a la barca se calmó el viento. Los que estaban en la barca le adoraron diciendo: —Verdaderamente eres Hijo de Dios”. La mano de Dios no se ha empequeñecido. Sigue actuando. Está presente en su Iglesia y rige sus destinos. El mundo es suyo y no se desentiende de él.

El milagro de la JMJ no ha sido solo que Jimena recuperara la vista, han sido miles y miles de jóvenes los que han visto al Señor, el esplendor de la Iglesia. Este es el milagro que tenemos que pedir: ¡Señor, auméntanos la fe! Y, la fe, es un don sobrenatural, un regalo de Dios. Es verdad que un buen ambiente, una buena educación, una buena familia, la santidad de los pastores…ayudan; pero Dios puede puentear todo y a todos. En medio de un estercolero puede florecer una preciosa flor.

Jimena fue al encuentro de los jóvenes con el Papa con un grupo de chicas del Opus Dei. Su fundador decía: “La solución es amar. San Juan Apóstol escribe unas palabras que a mí me hieren mucho: qui autem timet, non est perfectus in caritate. Yo lo traduzco así, casi al pie de la letra: el que tiene miedo, no sabe querer. —Luego tú, que tienes amor y sabes querer, ¡no puedes tener miedo a nada! —¡Adelante!”. Y el Papa clausuraba la JMJ diciendo: «No tengan miedo. Anímense, no tengan miedo».

Por Juan Luis Selma
www.almudi.org

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