No cabe duda de que una de las etiquetas más comunes –y quizá la más injusta– que se cuelgan sobre el trabajo de los funcionarios es la de la apatía a la hora de hacer sus tareas. Sin embargo, el riesgo de hacer del trabajo una rutina le puede pasar a cualquiera; para evitarlo, el autor de este artículo, socio Director de ISAVIA Consultores y experto en temas laborales, nos da unas cuantas claves:
La primera cuestión que deberíamos de plantearnos es en qué medida un trabajo, puesto o función es rutinario en sí mismo, o si depende, más bien, de nuestra forma de ser y percibir las cosas. ¿Por qué, ante el mismo trabajo, unos lo viven como rutinario (incluso pueden llegar al estrés o la depresión), y otros no (incluso pueden disfrutar)? Sea como fuere, me aventuraré a dar una serie de recetas que pueden eliminar los efectos de la rutina:
-Hacer las tareas más creativas. Cambiar los contenidos o en el cómo hacerlos. Mantener un espíritu indagador.
– Buscar el sentido del trabajo que desempeñamos. Aunque pueda parecer insignificante, puede ser esencial para que toda la cadena/estructura funcione.
– El lugar físico en que estamos, ¿está ordenado? ¿Estamos cómodos? ¿Hay cosas que hagan agradable este espacio, como plantas, fotos, orientación a la ventana?
– Usar técnicas de respiración, masajes de ojos, levantarse cada dos horas, mirar por una ventana un par de minutos… Distraerse de la rutina y volver a ella con energía.
– Relacionarse con otros compañeros para encontrar en el trabajo una motivación afectiva. Muchas veces, en situaciones de rutina, acaba por caernos mal todo el mundo.
– Hacer un listado de cosas positivas y negativas que encontramos en el trabajo, ponderando cada una de ellas.
– Si la rutina es inevitable, pueden realizarse tareas creativas fuera del trabajo, que relajen y evadan: pintura, bricolaje, lectura, escritura…, aficiones que nos gusten.
– Lograr un equilibrio entre la vida profesional y personal. Si se tiene una vida personal rica e interesante, el efecto de la rutina o monotonía en el trabajo se sobrellevará mejor.
– Evaluar nuestros objetivos: si nuestro objetivo es ganar dinero para mantener a nuestra familia, quizá la forma en que lo hagamos no sea tan importante; si es aprender, crecer y desarrollarnos, debemos cuestionarnos cómo trabajamos.
– Aprender a tolerar el nivel de rutina que se tiene, sin contaminarnos con pensamientos negativos y desmotivación.
Por Ovidio Peñalver
www.almudi.org