San Lucas 6, 12-19
Autor: Pablo Cardona
«Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y al ver lo bien que les había respondido, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos». Y le dijo el escriba: «¡Bien Maestro!, con verdad has dicho que Dios es uno solo y no hay otro fuera de El; y amarle con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la fuerza, y amar al prójimo como a si mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Viendo Jesús que le había respondido con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas.» (Marcos 12, 28-34)
1º. Jesús, el primer mandamiento especifica muy bien cómo debo amar a Dios: «con todo mi corazón y con toda mi alma y con toda mi mente y con todas mis fuerzas.»
¿Es posible amar así?
¿Qué pasa si amo, también, otras cosas y otras personas?
En principio, no pasa nada.
Porque el amor a Dios no es exclusivo ni excluyente, sino más bien al contrario: amplía la capacidad de amar.
Cuanto más amo a Dios, más puedo amar a los demás y también a las cosas del mundo, que son buenas y han sido creadas por El.
Amar a Dios con todo mi corazón significa que todas esas otras cosas que amo, me lleven a Él de alguna manera: la familia, el trabajo, el deporte.
Si tengo a Dios presente en estas realidades, al amarlas, estoy amando también a Dios.
No le amo con todo mi corazón cuando amo ciertas cosas que me alejan de El: cuando me dejo llevar por el egoísmo, la pereza, la sensualidad, la avaricia, el enfado, etc.
Junto con el primer mandamiento, me añades el de amar al prójimo como a mi mismo.
«No hay otro mandamiento mayor que éstos.»
«El decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (CEC-2055).
Jesús, me pones el listón muy alto cuando dices que debo amar al prójimo como a mí mismo.
He oído este mandato muchas veces, pero ¿cómo ponerlo en práctica?
Prójimo significa próximo.
¿Cómo trato a los que conviven conmigo?
¿Conozco lo que les preocupa, lo que les gusta, lo que necesitan?
Porque si no les conozco así, ¿cómo les voy a ayudar?
Y si no les ayudo ¿cómo les voy a querer?
2º.«Jesús hará que tomes a todos los que tratas un cariño grande, que en nada empañará el que a El le tienes. Al contrario: cuanto más quieras a Jesús, más gente cabrá en tu corazón» (Forja, 876).
Jesús, si los diez mandamientos se resumen en dos -amarás a Dios con todo tu corazón, y al prójimo como a mi mismo, también es cierto que estos dos mandamientos se apoyan en un solo precepto: amarte a Ti.
Cuanto más te quiera, más gente cabrá en mi corazón, y la querré con un cariño más grande.
Jesús, ¿qué hago para amarte cada día más?
¿Te busco con fe en la oración?
¿Te recibo con amor en la Eucaristía?
¿Vivo con la alegría de quien pone su esperanza en Dios?
¿Imito tu actitud de servicio?
¿Me uno cada día a tu cruz?
Tu vida es un continuo modelo para aprender a amar a los demás: es el amor de Dios hecho hombre que se desborda entre los hombres.
Jesús, con tu vida -y tu muerte- has dado un nuevo sentido al mandamiento de amar a los demás.
En la última cena, propones a tus discípulos de todos los tiempos un mandamiento nuevo: amar a los demás no ya como a uno mismo, sino como Tú como Dios- los amas: «Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros» (Juan 13,34-35).