Mateo 6, 19-23
Autor: Pablo Cardona
«No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre corroen y donde los ladrones socavan y los roban. Amontonad en cambio tesoros en el Cielo, donde ni polilla ni herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban. Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. Pero si tu ojo es malicioso, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tinieblas, cuán grande será la oscuridad» (Mateo 6, 19-23)
1º. Jesús, ¿dónde tengo mi corazón?
¿Cuál es mi verdadero tesoro, el motor de mis acciones? «No amontonéis tesoros en la tierra».
No vale la pena buscar la felicidad a base de amontonar éxitos o placeres terrenos.
Lo de aquí abajo pasa, y pasa rápido; y está sujeto a todo tipo de cambios y de reveses.
«Amontonad en cambio tesoros en el Cielo.»
¿Cómo puedo hacer esto si estoy todavía en la tierra?
Muy fácil: ofreciéndotelo todo cada día.
Ofreciéndote mis horas de trabajo y de descanso, mis ilusiones humanas, mis amores, mis sufrimientos, mis fracasos y mis éxitos.
Si te ofrezco mi día por la mañana, y a lo largo de la jornada, además, intentaré hacerlo todo lo mejor posible, porque no te voy a ofrecer una chapuza.
Esta es la manera práctica de ir amontonando tesoros en el Cielo, y también es la forma de que Tú vayas siendo mi tesoro, y por tanto el punto de mira de mi corazón, «porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.»
2º. «Los defectos que ves en los demás quizá son los tuyos. «Si oculus tuus fuerit simplex…» -Si tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado; mas si tienes malicioso tu ojo, todo tu cuerpo estará oscurecido.
Y más aún: «¿ cómo te pones a mirar la mota en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que está dentro del tuyo?».
Examínate» (Surco.-328)
Jesús, la persona optimista, ve la media botella llena, mientras que la pesimista ve la media botella vacía.
Igualmente, el humilde sabe descubrir lo positivo de los demás, mientras que el soberbio sólo encuentra defectos.
Mi percepción de la realidad depende de cómo soy, de con qué ojos la miro.
A veces, los defectos que veo en los demás no son más que el espejo de mis propios defectos: mi soberbia, mi envidia, mi sensualidad, mi pereza.
¡Cuántas cosas buenas y malas pueden entrar por los ojos!
Por los ojos nos entra el buen ejemplo de los demás, sus muestras de cariño, sus necesidades, sus alegrías y sufrimientos.
No puedo tener los ojos cerrados, o que sólo sepan mirar mi ombligo: mis preocupaciones e intereses.
Pero también por los ojos nos entran los malos ejemplos, la violencia, la pornografía, y el materialismo.
Por eso no puedo tener los ojos abiertos a «lo que caiga», sino que he de guardar la vista, para que lo que entre por los ojos sea limpio, pues si ensucio mis ojos, todo mi cuerpo estará en tinieblas.
Jesús, hay una lámpara especial que, junto con las imágenes, ilumina mi mundo interior, mi modo de ver las cosas: la inteligencia.
A través de la formación que reciba, interpretaré todo de una manera o de otra.
Por eso es tan importante que cuide mi formación espiritual a través de la lectura, de charlas de formación o de la dirección espiritual.
Esa formación será como una luz que alumbre mi camino y me ayude a decidir en cada momento lo que debo y no debo hacer; y también me llevará a pedir consejo ante lo que no sepa.
Si descuido mi formación, o dejo que se llene de formas propias de la cultura materialista y pagana que me rodea, estaré oscureciendo la luz de mi inteligencia, «y si la luz que hay en ti es tinieblas, cuán grande será la oscuridad.»
Fuente: almudi.org