Sábado después de ceniza

Lucas 5, 27-32

Autor: Pablo Cardona

«Después de esto, salió y vio a un publicano de nombre Leví, sentado en el telonio y le dijo: Sígueme. Y dejadas todas las cosas se levantó y le siguió. Y Leví preparó en su casa un gran banquete para él; había un gran número de publicanos y de otros que le acompañaban a la mesa. Y murmuraban los fariseos y sus escribas decían a los discípulos de Jesús: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? Y respondiendo Jesús, les dijo: No tienen necesidad de médico los que están sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia». (Lucas 5, 27-32)

1º. Jesús, Tú has venido a buscar a los pecadores -a mí- para llamarlos a la penitencia.

Y has querido que esa penitencia se consiga a través de tu Iglesia: «A quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos».(Juan 20, 23).

Tú has establecido un procedimiento concreto para pedir el perdón de los pecados: el sacramento de la Penitencia, también llamado sacramento de la Reconciliación o de la Confesión.

A través de tus ministros los sacerdotes, me curas y me limpias; y además, me das una gracia especial para no volver a fallar en aquello de lo que me confieso.

Jesús, durante el tiempo de Cuaresma me recuerdas que he de aprovechar mucho más el sacramento de la penitencia.

¿Con qué frecuencia lo recibo?

¿De qué cosas me confieso?

Si sólo me confieso de vez en cuando, puede ocurrir que poco a poco ese «de vez en cuando» se vaya alargando.

Porque esta medida de tiempo es muy elástica.

Si sólo me confieso «cuando lo necesito» -es decir cuando tengo pecados mortales- entonces llegaré a pensar que la confesión sólo sirve para los pecados mortales.

Y el catecismo me recuerda que «sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la iglesia. En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espiritual». (C. I. C.-1458).

El tiempo de Cuaresma me invita a sacarle un mayor rendimiento a la confesión.

Un propósito aconsejable es intentar confesarme cada semana -o cada quince días- en un día concreto.

Y al confesarme con regularidad, aunque no haya cometido pecados graves -que con la gracia de Dios será lo habitual-, descubriré en el examen de conciencia faltas más pequeñas: cosas que he hecho mal, o que podría haber hecho mejor si hubiera puesto algo más de esfuerzo.

De esta manera, el sacramento de la penitencia me ayuda no sólo a purificarme de mis pecados, sino a ir afinando cada vez más en mi amor a Ti.

 

2º. «No podía ser más sencilla la manera de llamar Jesús a los primeros doce: «ven y sígueme».

Para ti, que buscas tantas excusas con el fin de no continuar esta tarea, se acomoda como el guante a la mano la consideración de que muy pobre era la ciencia humana de aquellos primeros; y, sin embargo, ¡cómo removieron a quienes les escuchaban!

– No me lo olvides: la labor la sigue haciendo El, a través de cada uno de nosotros. (Surco.-189).

Jesús, como a Leví, más conocido con el nombre de San Mateo, el evangelista, Tú sigues llamando a la gente y les dices: «ven y sígueme.»

Los llamas en su lugar de trabajo, en sus circunstancias habituales: Mateo estaba sentado en el telonio, la mesa de recaudador de impuestos.

«Y dejadas todas tas cosas se levantó y le siguió.»

Aunque han pasado veinte siglos desde que llamaste a Mateo, ¡qué poca gente aún entiende esta llamada a la santidad en medio del trabajo!

Yo, veo que debo hacer más pero… ¡valgo tan poco!

La Virgen se sentía la esclava del Señor; sin embargo, dijo que sí a la llamada de Dios.

Madre, que me deje de una vez de tantas excusas: si valgo, si no valgo; si puedo, si no puedo. La labor la sigue haciendo Él, a través de cada uno de nosotros. Si te sigo de verdad, Jesús, Tú pondrás el resto.

Lucas 5, 27-32

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse 

«Después de esto, salió y vio a un publicano de nombre Leví, sentado en el telonio y le dijo: Sígueme. Y dejadas todas las cosas se levantó y le siguió. Y Leví preparó en su casa un gran banquete para él; había un gran número de publicanos y de otros que le acompañaban a la mesa. Y murmuraban los fariseos y sus escribas decían a los discípulos de Jesús: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? Y respondiendo Jesús, les dijo: No tienen necesidad de médico los que están sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la penitencia». (Lucas 5, 27-32) 

1º. Jesús, Tú has venido a buscar a los pecadores -a mí- para llamarlos a la penitencia.

Y has querido que esa penitencia se consiga a través de tu Iglesia: «A quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos».(Juan 20, 23).

Tú has establecido un procedimiento concreto para pedir el perdón de los pecados: el sacramento de la Penitencia, también llamado sacramento de la Reconciliación o de la Confesión.

A través de tus ministros los sacerdotes, me curas y me limpias; y además, me das una gracia especial para no volver a fallar en aquello de lo que me confieso.

Jesús, durante el tiempo de Cuaresma me recuerdas que he de aprovechar mucho más el sacramento de la penitencia.

¿Con qué frecuencia lo recibo?

¿De qué cosas me confieso?

Si sólo me confieso de vez en cuando, puede ocurrir que poco a poco ese «de vez en cuando» se vaya alargando.

Porque esta medida de tiempo es muy elástica.

Si sólo me confieso «cuando lo necesito» -es decir cuando tengo pecados mortales- entonces llegaré a pensar que la confesión sólo sirve para los pecados mortales.

Y el catecismo me recuerda que «sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la iglesia. En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espiritual». (C. I. C.-1458).

El tiempo de Cuaresma me invita a sacarle un mayor rendimiento a la confesión.

Un propósito aconsejable es intentar confesarme cada semana -o cada quince días- en un día concreto.

Y al confesarme con regularidad, aunque no haya cometido pecados graves -que con la gracia de Dios será lo habitual-, descubriré en el examen de conciencia faltas más pequeñas: cosas que he hecho mal, o que podría haber hecho mejor si hubiera puesto algo más de esfuerzo.

De esta manera, el sacramento de la penitencia me ayuda no sólo a purificarme de mis pecados, sino a ir afinando cada vez más en mi amor a Ti.

2º. «No podía ser más sencilla la manera de llamar Jesús a los primeros doce: «ven y sígueme».

Para ti, que buscas tantas excusas con el fin de no continuar esta tarea, se acomoda como el guante a la mano la consideración de que muy pobre era la ciencia humana de aquellos primeros; y, sin embargo, ¡cómo removieron a quienes les escuchaban!

– No me lo olvides: la labor la sigue haciendo El, a través de cada uno de nosotros. (Surco.-189).

Jesús, como a Leví, más conocido con el nombre de San Mateo, el evangelista, Tú sigues llamando a la gente y les dices: «ven y sígueme.»

Los llamas en su lugar de trabajo, en sus circunstancias habituales: Mateo estaba sentado en el telonio, la mesa de recaudador de impuestos.

«Y dejadas todas tas cosas se levantó y le siguió.»

Aunque han pasado veinte siglos desde que llamaste a Mateo, ¡qué poca gente aún entiende esta llamada a la santidad en medio del trabajo!

Yo, veo que debo hacer más pero… ¡valgo tan poco!

La Virgen se sentía la esclava del Señor; sin embargo, dijo que sí a la llamada de Dios.

Madre, que me deje de una vez de tantas excusas: si valgo, si no valgo; si puedo, si no puedo. La labor la sigue haciendo Él, a través de cada uno de nosotros. Si te sigo de verdad, Jesús, Tú pondrás el resto.

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