Marcos 3, 20-21
Autor: Pablo Cardona
«Entonces llega a casa; y se vuelve a juntar la muchedumbre, de manera que no podían ni siquiera comer. Al enterarse sus parientes fueron a llevárselo, porque decían que había perdido el juicio.» (Marcos 3, 20-21)
1º. Jesús, tus mismos parientes te toman por loco y quieren apartarte de tu camino.
¡Cómo duele esto cuando ocurre!
¡Y cuántas veces ocurre!
Basta con que uno se tome su vida cristiana un poco más en serio para que se rían de él los que más debían quererle.
A veces son los mismos parientes los que se sienten en la obligación de interpretar la voluntad de Dios para los demás, en lugar de dejar que cada uno trate de responder fielmente a lo que le pides.
«Cuando en el seno del hogar te presente el demonio la batalla mostrándote a los padres suplicantes, con lágrimas en los ojos anunciadoras del dolor que tu partida deja en sus corazones, no te rindas, sino, puesta la mirada en Dios, resiste vale valerosamente, porque si alcanzas victoria en el ataque del amor paterno no habrá ya amor del mundo capaz de volverte atrás»(San Ambrosio).
Madre mía, tú conocías bien a tu Hijo y sabías que no había perdido el juicio.
Seguro que ese día le defenderías delante de tus familiares.
No siempre entendías bien lo que hacía o por qué lo hacía, como cuando se perdió en el templo durante tres días: «ellos no comprendieron lo que les dijo». (Lucas 2,50).
Pero seguías respondiendo: «hágase en mí según tu palabra» (Lucas 1,38).
Gracias a tu fidelidad, «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan 1,14).
Y al obedecer siempre la voluntad de Dios y meditar continuamente su vida, acabaste conociendo mejor que nadie los planes divinos de la redención.
Madre, cuando en la Cruz todos traicionan y se burlan de Jesús, tú eres fiel.
¡Qué gran motivo de alegría fue para Jesús mirarte y ver tu respuesta afirmativa, llena de amor, a los planes de Dios!
Maria, hazme también a mí así de fiel, ahora que tantos a mi alrededor toman por locos a tu Hijo y a los que le siguen.
2º. «Pero no olvidéis que estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que El permita que saboreemos el dolor la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios» (Amigos de Dios).
Jesús, que no tenga miedo al qué dirán, o a las risitas incrédulas de los superficiales que no te saben querer porque no entienden el valor del sacrificio y de la entrega.
Tampoco se trata de despreciarles, o de apartarme de ellos, o de criticarlos.
Por el contrario, debo intentar mostrarles, con el ejemplo de mi vida alegre y servicial, que Tú estás dentro de mí y que te quiero.
Mi mayor muestra de cariño hacia ellos, en este caso, no es seguir sus consejos ni ceder a sus presiones, sino mantenerme fiel a mi camino.
Jesús, lo que me cuesta más es el trato de algunos familiares y amigos íntimos que, sin criticar abiertamente, en el fondo no me entienden, e incluso buscan indirectamente apartarme de Ti.
¿Qué hiciste con aquellos familiares que te trataron de esta manera?
Seguro que les seguirías teniendo afecto y tratarías de contentarles en lo posible, pero no cederías ni un milímetro en lo que se refería a la voluntad de tu Padre.
Dame esa fortaleza, Jesús, de seguirte, sabiendo que no todo el mundo va a entender mi camino de cristiano que lucha por ser santo sin llamar la atención.
Y si son personas queridas las que se oponen a él, acudiré a Ti, que ya has sufrido esta contradicción, para que me ayudes y también para que les des más luces a ellos, de modo que te lleguen a conocer y a amar como te conozco y te amo yo.