Marcos 4, 3-10
Autor: Pablo Cardona
«Escuchad: he aquí que salió el sembrador a sembrar. Y ocurrió que, al echar la semilla, parte cayó junto al camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó en pedregal, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, por no ser hondo el suelo; pero cuando salió el sol se agostó, y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos, y crecieron los espinos y la sofocaron, y no dio fruto. Y otra cayó en tierra buena, y daba fruto: crecía y se desarrollaba; y producía el treinta por uno, el sesenta por uno, y el ciento por uno. Y decía: El que tenga oídos para oír, que oiga. Y cuando se quedó solo, los que le acompañaban junto con los doce le preguntaron por el significado de las parábolas.» (Marcos 4, 3-10)
1º. Jesús, las cosas que tienes que explicar son difíciles.
Hablas de semillas y frutos, pero, en realidad, estás enseñando algo más profundo.
Este es el procedimiento de las parábolas: son comparaciones de la vida cotidiana para explicar temas más espirituales.
«Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza. (…) Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra? ¿Qué hace con los talentos recibidos? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para conocer los misterios del Reino de los cielos. Para los que están fuera, la enseñanza de las parábolas es algo enigmático» (C. I. C.-546).
Jesús, yo tampoco lo entiendo todo.
Hay cosas que veo claras, pero hay otras que no: ¿por que me gusta a veces lo que no me conviene?; ¿por qué me cuesta amarte?
Jesús, ahora que estoy solo contigo, aclárame lo que no entiendo.
Porque lo que sí sé, como los apóstoles, es que aunque haya cosas que no entienda, «Tú tienes palabras de vida eterna» (Juan 6,68), Tú eres Dios.
2º. Jesús, Tú explicas las cosas a los apóstoles porque tienen la intención de entender y la humildad de preguntar.
«Los que están fuera», son aquellos que no quieren aprender.
No llegan a ser ni el primer tipo de tierra -«los que están junto al camino»- pues éstos, al menos en un principio, reciben Tú palabra.
Tú, Jesús, eres el sembrador y siembras la palabra, el Evangelio.
Yo he recibido tu semilla.
Pero, ¿qué tipo de tierra soy?
A veces me falta constancia en el plan de vida, en el estudio, en la dirección espiritual: tengo mucha piedra y poca tierra, y por eso me falta raíz; la raíz de saber hacer las cosas porque las quieres Tú, no porque me apetecen a mí.
Otras veces, no sé cortar con algunas preocupaciones de este mundo que ahogan mi vida cristiana: programas de televisión superficiales, horas perdidas tontamente, caprichos concedidos al gusto o a la comodidad…
Son esos espinos que hacen estéril la semilla.
Jesús, ayúdame a cortar esas compensaciones mundanas para poder amarte más y ser esa tierra buena que da fruto abundante: el treinta, el sesenta, el ciento.