Juan 6, 35-40
Autor: Pablo Cardona
«Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mino tendrá nunca sed. Pero os lo he dicho: me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que viene a mino lo echaré fuera, porque he bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquél que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que Él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. Esta es, pues, la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.» (Juan 6, 35-40)
1º. Jesús, has bajado del Cielo no para hacer tu voluntad sino la Voluntad de tu Padre Dios.
Eres la persona más libre, porque eres «la Verdad» (Juan 14,6) «y la verdad os hará libres». (Juan 8,32).
Tú conoces todo y puedes escoger lo mejor con plena libertad, no como el engañado, o el ignorante, o el que está cegado por sus pasiones.
Tú, que escoges con la libertad más plena y escoges lo mejor, escoges la obediencia.
¿Por qué?
Parece un contrasentido: eres el ser más inteligente y más libre, eres Dios, y escoges no hacer tu voluntad, sino obedecer.
¿Es eso libertad?
Jesús, sabes bien que sí, porque sabes a quién obedeces: no hay nada más inteligente que obedecer a Dios, pues Él sólo busca mi bien y además sabe mejor que yo cómo conseguirlo.
«En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a «la esclavitud del pecado» (cf. Romanos 6,17)» (C. I. C.-1733).
Jesús, a veces tengo ganas de ir por mi cuenta, buscándome a mí mismo: lo que me gusta, lo que me interesa, lo que «necesito».
Incluso el ambiente actual quiere hacerme creer que así soy más libre, porque decido lo que yo quiero, y no lo que quiere otro.
Que me dé cuenta de lo estúpida que es esta postura.
Cuando busco hacer tu voluntad, también decido lo que yo quiero, sólo que decido mejor.
2º. «Nos quedamos removidos, con una fuerte sacudida en el corazón, al escuchar atentamente aquel grito de San Pablo: «ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación». Hoy, una vez más me lo propongo a mí, y os lo recuerdo también a vosotros y a la humanidad entera: ésta es la Voluntad de Dios, que seamos santos.
»Para pacificar las almas con auténtica paz, para transformar la tierra, para buscar en el mundo y a través de las cosas del mundo a Dios Señor Nuestro, resulta indispensable la santidad personal»(Amigos de Dios.- 294).
Jesús, Tú has venido a hacer la voluntad del Padre Celestial y me has dado ejemplo de obediencia hasta en los momentos más difíciles.
Ahora me pides que siga ese ejemplo; que mi gran objetivo sea la fidelidad a esa voluntad de Dios para mí que se me va manifestando día a día: mi santidad personal. Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación.
Pero, ¿cómo conocer la Voluntad de Dios?
Lo primero es estar lo más unido posible a El.
¿Cómo?
Buscando unos momentos al día para tratarle, para pensar en El, para pedirle cosas, para darle gracias.
Así actuabas Tú, Jesús.
Siempre encontrabas la forma de retirarle un poco de la muchedumbre para rezar.
Rezar: éste es el gran secreto para unirse a Dios.
La oración es fundamental en mi camino hacia la santidad.
Y hay tres tipos de oración:
+la oración mental, que son estos minutos dedicados a hablar contigo;
+la oración vocal, que es rezar oraciones ya hechas, entre la que destaca el Rosario;
+y la oración habitual, que es hacerlo todo en presencia de Dios, convertirlo todo en oración: el estudio, el trabajo, el descanso, el deporte, la diversión, etc.
Ayúdame a decir sinceramente cada día: hoy, una vez más, me propongo luchar por cumplir tu Voluntad, luchar por ser santo, luchar por convertir todo mi día en oración.