Mateo 20, 17-28
Autor: Pablo Cardona
«Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús respondió: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Le dijeron: Podemos. El añadió: Mi cáliz silo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes ha dispuesto mi Padre. Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos herma- nos. Pero Jesús les llamó y les dijo: sabéis que los que gobiernan los pueblos los oprimen y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención por muchos.» (Mateo 20, 17-28)
1º. Jesús, como a la madre de Santiago y Juan, a veces también me tienes que decir: «no sabéis lo pedís».
Te pido aprobar un examen cuando no he puesto todas las horas que debía; te pido superar un defecto pero luego no lucho en serio para combatirlo.
«No alcanzamos la gracia si no la buscamos, porque no se conceden los dones de lo alto a los que los menosprecian. Llamad por medio de la oración, de los ayunos y de las limosnas» (San Juan Crisóstomo).
«¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?»
¿Puedes sacrificarte por Mí como yo me he sacrificado por ti?
Jesús, también a Ti te ha costado esfuerzo la redención.
Y San Pablo dice: «Pues no habéis resistido aún hasta la sangre para combatir el pecado»
Jesús he de tomarme más en serio la lucha por mejorar en mi vida cristiana.
Sólo entonces mi petición será sincera.
«Le dijeron: Podemos.»
Jesús, puedo esforzarme más.
Al menos quiero intentarlo.
Quiero ser más generoso en mis pequeñas mortificaciones: en las comidas, en la vista, en el orden; en la puntualidad a la hora de ponerse a estudiar o hacer la oración; en el minuto heroico de levantarse a la hora (o de acostarse a la hora, que también cuesta).
Puedo… si Tú me ayudas, porque como dice San Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me conforta». (Filipenses 4, 13).
2º. «También a nosotros nos llama, y nos pregunta, como a Santiago y a Juan: ¿estáis dispuestos a beber el cáliz -este cáliz de la entrega completa al cumplimiento de la voluntad del Padre- que yo voy a beber? Possumus!; ¡sí, estamos dispuestos!, es la respuesta de Juan y de Santiago. Vosotros y yo, ¿estamos seriamente dispuestos a cumplir en todo, la voluntad de nuestro Padre Dios? ¿Hemos dado al Señor nuestro corazón entero, o seguimos apegados a nosotros mismos, a nuestros intereses, a nuestra comodidad, a nuestro amor propio? ¿Hay algo que no responde a nuestra condición de cristianos, y que hace que no queramos purificarnos? Hoy se nos presenta la ocasión de rectificar.
Es necesario empezar por convencerse de que Jesús nos dirige personalmente estas preguntas. Es El quien las hace, no yo. Yo no me atrevería ni a planteármelas a mí mismo. Estoy siguiendo mi oración en voz alta, y vosotros, cada uno de nosotros, por dentro, está confesando al Señor: Señor ¡qué poco valgo, qué cobarde he sido tantas veces! ¡Cuántos errores!: en esta ocasión y en aquélla, y aquí y allá. Y podemos exclamar aún: menos mal, Señor que me has sostenido con tu mano, porque me veo capaz de todas las infamias. No me sueltes, no me dejes, trátame siempre como a un niño. Que sea yo fuerte, valiente, entero. Pero ayúdame como a una criatura inexperta; llévame de tu mano, Señor y haz que tu Madre esté también a mi lado y me proteja, y así, possumus!, podremos, seremos capaces de tenerte a Ti por modelo» (Es Cristo que pasa.-15).