Mateo 10, 16-23
Autor: Pablo Cardona
«Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, cautos como las serpientes y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas, y seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los gentiles. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; porque en aquel momento os será dado lo que habéis de decir. Pues no sois vosotros los que vais a hablar, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros. Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése será salvo. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; en verdad os digo que no acabaréis las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre.» (Mateo 10, 16-23)
1º. Jesús, las advertencias que das a los apóstoles son válidas para tus discípulos de todos los tiempos.
Porque siempre habrá oposición entre el cristiano, que ve el mundo como medio de santificación, y el mundano, para quien el mundo es únicamente un medio de satisfacción.
Estas dos visiones antagónicas del mundo hacen que el cristiano sea necesariamente un inconformista ante los abusos del materialismo en materia de fe y de moral, y se encuentre, en ocasiones, incomprendido, despreciado, y hasta amenazado por sus mismos familiares y compañeros.
A veces, la incomprensión más dolorosa y el desprecio más inhumano provienen de los «moderados»: de los que piensan que son buenos porque no son malos.
Son cristianos, pero sin «pasarse»: saben «disfrutar» de la vida, que para eso está.
Esos familiares o amigos no entienden que se pueda ser más feliz siendo cristiano de verdad a través de una vida de oración, trabajo y entrega a los demás por amor a Ti.
Y como no entienden, se sienten en la obligación de llevar a los demás por el «buen» camino, usando todo tipo de medios físicos y psicológicos a su alcance.
«Y porque sé de no pocas jóvenes que, deseosas de consagrar a Dios su virginidad, no lo consiguieron por estorbárselo sus madres (…), a tales madres dirijo ahora mi discurso y pregunto: ¿no son libres vuestras hijas para amar a los hombres y elegir marido entre ellos, amparándolas la ley en su derecho aun contra vuestra voluntad? Y las que pueden libremente desposarse con un hombre, ¿no han de ser libres para desposarse con Dios?» (San Ambrosio).
2º. « ¡Acabar!, ¡acabar! -Hijo, «qui perseveraverit usque in finem, hic salvus erit» -se salvará el que persevere hasta el fin.
-Y los hijos de Dios disponemos de los medios, ¡tú también!: cubriremos aguas, porque todo lo podemos en Aquél que nos conforta.
-Con el Señor no hay imposibles: se superan siempre». (Forja.-656).
Jesús, aunque a veces tenga contradicciones -que no serán tan grandes como las que pasaron los primeros cristianos, y tantos otros a lo largo de la historia, también de la historia reciente- sé que tengo tu ayuda para seguir adelante en mi camino de cristiano.
Los hijos de Dios disponemos de los medios para perseverar: la oración, los sacramentos, y el ejemplo y la ayuda de los demás cristianos.
Jesús, contigo no hay imposibles: se superan siempre.
Incomprensiones, presiones de todo tipo, dificultades económicas, o el rechazo de algunas amistades -que al fin y al cabo no eran tan profundas-, no me hacen ninguna mella, cuando te contemplo azotado, escupido, coronado de espinas, clavado en una cruz, traspasado por una lanza…, por amor a mi.
Y si alguna vez tengo que hablar en público para defender mi fe o mi vocación en clase, en mi familia, en mi trabajo-, me acordaré de tu promesa: «en aquel momento os será dado lo que habéis de decir. Pues no sois vosotros los que vais a hablar, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros».