Juan 3, 7-15
Autor: Pablo Cardona
«No te sorprendas de que te haya dicho que os es preciso nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Contestó Jesús: ¿Tú eres maestro en Israel y lo ignoras? En verdad, en verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre. Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él» (Juan 3, 7-15)
1º. Jesús, en esta conversación con Nicodemo, aparecen dos sabidurías distintas.
Nicodemo se había dirigido a Ti llamándote «Rabí, Maestro venido de parte de Dios» (Juan3, 2), y Tú le llamas «maestro en Israel»
Los dos sois maestros, pero cada uno «hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto.»
Y aquí está la diferencia, porque Tú vienes del Cielo: «nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre.»
Tú eres Dios, Nicodemo es hombre, y cada uno habla de lo que sabe y da testimonio de lo que ha visto.
Por eso Nicodemo, aun siendo maestro, no entiende: «¿cómo puede ser esto?»
Pero, Jesús, Tú no dices que tengamos que entender todo, como se entiende un problema de matemáticas.
Hablas de creer, de tener fe: «Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿como ibais a creer si os hablara de cosas celestiales?»
La fe es muy razonable, y estudiando la doctrina se entienden muchas cosas.
Pero hay un salto que no depende de la razón humana, sino de creer que Tú eres el Hijo de Dios y que, por tanto, hablas de lo que sabes y das testimonio de lo que has visto.
«De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo» (Hebreos 1, 1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En El lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta». (C. I. C.-65).
2º. Sólo te preocupas de edificar tu cultura. -Y es preciso edificar tu alma. -Así trabajarás como debes, por Cristo: para que El reine en el mundo hace falta que haya quienes, con la vista en el cielo, se dediquen prestigiosamente a todas las actividades humanas, y desde ellas, ejerciten calladamente -y eficazmente- un apostolado de carácter profesional» (Camino.-347).
Jesús, desde mi infancia, voy edificando mi cultura, mis conocimientos; mi capacidad crítica, de entender el mundo y de comunicarme; mi capacidad de trabajo, mi memoria.
¿Y mi alma?
A veces parece que la tengo todavía a nivel de «primera comunión»: en el conocimiento y profundización de la doctrina; en la capacidad de sacrificio y de oración; o a la hora de defender la fe o de tomar decisiones con visión cristiana.
Nicodemo era maestro en Israel, pero le hacía falta nacer de nuevo: conjugar esa cultura humana con la visión sobrenatural que da la fe en Ti, muerto en la cruz por amor a los hombres.
Cuando, mientras los demás se esconden, Nicodemo ayuda a bajar tu cuerpo muerto de la cruz, demuestra que tuvo fe en tus palabras: «es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él»
«Para que Él reine en el mundo hace falta que haya quienes, con la vista en el cielo, se dediquen prestigiosamente a todas las actividades humanas.»
Jesús, Tú quieres que sepa conjugar, como Nicodemo, el prestigio profesional humano con una fe profunda, que mire al cielo.
Así habrá gente de talento que sepa resolver los problemas humanos con visión cristiana: justicia, honradez, solidaridad.
Y de este modo podrá ejercitarse -callada pero eficazmente- un apostolado de carácter profesional.