Marcos 12, 1-9
Autor: Pablo Cardona
«Y comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, excavó un lagar edificó una torre, la arrendó a unos labradores v se marchó de allí. A su tiempo envió un siervo a los labradores para percibir de éstos los frutos de la viña. Pero ellos, agarrándole, lo golpearon y, despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió otro siervo, y a éste le hirieron en la cabeza y lo ultrajaron. Y envió otro y lo mataron; y a otros muchos, de los cuales a unos los herían y a otros los mataban. Todavía le quedaba uno, su hijo amado; y se lo envió por ultimo a ellos, diciéndose: a mi hijo lo respetarán. Pero aquellos labradores se dijeron: éste es el heredero; vamos, matémoslo y será nuestra la heredad. Y agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará, pues, el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los labradores y entregará la viña a otros.» (Marcos 12, 1-9)
1º. Jesús, has hecho conmigo lo mismo que con la viña: has plantado la semilla de la fe en mi alma; me has rodeado de familiares y amigos que me ayudan a vivir cristianamente; has excavado lo necesario para quitarme defectos; y has edificado poco a poco algunas virtudes que me facilitan la lucha por la santidad.
«Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor Su majestad arranca las malas hierbas, y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta de que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma, y lo ha comenzado a usar. Y, con la ayuda de Dios, hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas, para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes» (Santa Teresa).
Jesús, en la parábola hablas de mensajeros, de siervos que el señor de la viña envía para pedir fruto.
Podía haber ido él directamente, pero prefiere que vayan otras personas en su lugar.
A veces pongo la excusa de no querer intermediarios en mi vida interior: quiero hacer las cosas yo solo, directamente con Dios.
No me dejo ayudar, o me da miedo que me exijan en la dirección espiritual para que dé más fruto.
Jesús, en esta parábola reprochas a los judíos el no haber escuchado a los profetas, ni siquiera a Ti, el «hijo amado» de Dios.
La reacción de tu Padre es justa: «acabará con los labradores y entregará la viña a otros».
¿Y yo?
¿Cómo escucho a los ministros de tu Iglesia, que son los mensajeros de tu palabra?
¿Cómo aprovecho, en particular, la ayuda de la dirección espiritual?
2º. «Por tu trato con Cristo, estás obligado a rendir fruto.
-Fruto que sacie el hambre de las almas, cuando se acerquen a ti, en el trabajo, en la convivencia, en el ambiente familiar». (Forja.-981).
Jesús, hoy me recuerdas que, por cristiano, estoy obligado a rendir fruto.
Todo lo que tengo, lo he recibido de Ti: mis virtudes, mi familia, mis posibilidades de educación.
Ahora me pides que te sepa entregar todos estos talentos, fructificados.
Y el fruto que esperas de mí es fruto de vida cristiana: hacer las cosas con espíritu de servicio, con optimismo, con profesionalidad.
¿Sé ofrecer cada hora de estudio o trabajo?
¿Aprovecho el tiempo sabiendo que no es mío sino de Dios?
¿Me doy cuenta de que cada día es una oportunidad que me das para darte gloria y servir a los demás?
¿Me engaño silenciando a Dios en mi conciencia, como los labradores de la parábola que se decían: «éste es el heredero; vamos, matémoslo y será nuestra la heredad?»
Jesús, no me quiero conformar con una vida cómoda pero vacía, sin fruto; ni con una vida llena de esfuerzos y de «éxitos» humanos, en los que solo me buscaba a mi mismo, como si Tú no fueras el Señor de mi viña.
Ayúdame a dar tal fruto que sacie el hambre de las almas que me rodean en el trabajo, en la convivencia, y en el ambiente familiar
Fuente: almudi.org