Juan 6, 22-29
Autor: Pablo Cardona
«Al día siguiente, la multitud que estaba al otro lado del mar vio que no había allí más que una sola barca, y que Jesús no había subido a la barca con sus discípulos, sino que éstos se habían marchado solos. Llegaron otras barcas de Tiberíades, junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor: Cuando vio la multitud que Jesús no estaba allí ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún buscando a Jesús. Y al encontrarle al otro lado del mar, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo llegaste aquí? Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis no por haber visto los milagros, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad no por el alimento que perece sino por el que perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre, pues a éste lo confirmó con su sello Dios Padre. Ellos le preguntaron: ¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? Jesús les respondió: Esta es la obra de Dios, que creáis en quien Él ha enviado.» (Juan 6, 22-29)
1º. Jesús, esta gente rema por el mar de Tiberíades durante varios kilómetros para verte.
Se han pasado el día en la barca buscándote.
Y cuando, al fin, te encuentran, les recibes con un reproche: «me buscáis no por haber visto los milagros, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado.»
No han entendido el significado espiritual del milagro; sólo ven la ganancia material, tu capacidad para resolver sus problemas humanos.
Jesús, Tú les quieres mostrar el alimento «que perdura hasta la vida eterna,» que es tu propio cuerpo y sangre en la Eucaristía, pero no acaban de entender que Tú eres aquel a quien«confirmó con su sello Dios Padre,» es decir, el Mesías.
Por eso cuando te preguntan qué hacer, les respondes: creed en Mí. «Esta es la obra de Dios, que creáis en quien El ha enviado.»
Sólo creyendo primero en Ti, Podré luego creer en la Eucaristía.
«La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, ‘no se conoce por los sentidos, dice S. Tomás, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios». (C. I. C.- 1381).
Jesús, a veces yo también me muevo con entusiasmo para buscarte. Pero, ¿con qué intención?
¿Te busco para que me pidas lo que quieras e intentar hacerlo; o te busco sólo para sentirme tranquilo con mi conciencia, o a gusto con mis sentimientos espirituales?
2º. «Al contemplar esa alegría ante el trabajo duro, preguntó aquel amigo: pero ¿se hacen todas esas tareas por entusiasmo? -Y le respondieron con alegría y con serenidad: «¿por entusiasmo?…, ¡nos habríamos lucido!»; «per Dominum Nostrum Jesum Christum!» -¡por Nuestro Señor Jesucristo!, que nos espera de continuo». (Surco.- 773).
Jesús, he de hacer las cosas con entusiasmo, pero no necesariamente por entusiasmo. Quiero hacer en cada momento lo que creo que debo hacer, es decir, lo que creo que me estás pidiendo.
Puede que sea lo que más me entusiasme o puede que no.
Pero al hacerlo por Ti, por agradarte a Ti, lo hago con alegría: con la alegría de un buen hijo que hace algo porque se lo ha pedido su padre, y por ello, lo intenta hacer lo mejor que puede, poniendo los cinco sentidos en esa labor.
Si sólo hiciera lo que me gusta y porque me gusta, ¡me habría lucido!
¿Qué mérito tiene eso?
¿Acaso no se comporta igual, es decir, egoístamente, cualquier ateo y aún cualquier animal?
Sólo el hombre tiene la capacidad -porque es una capacidad espiritual- de comportarse en contra de lo que le apetece, si cree que eso es lo que debe hacer.
«Obrad no por el alimento que perece sino por el que perdura hasta la vida eterna.»
Ayúdame, Jesús, a obrar con rectitud de intención; es decir, con la intención recta, con la intención correcta, porque es la que perdura, porque es la Tuya.
Ayúdame a buscar en todo momento tu voluntad, y a ponerla en práctica con todo el entusiasmo posible.