Mateo 25, 34-46
Autor: Pablo Cardona
«Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Entonces le responderán los justos: Señor; ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer; o sediento y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o desnudo y te vestimos? o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte? Y el Rey en respuesta les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. Entonces dirá a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al juego eterno preparado para el diablo y sus ángeles; porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; era peregrino y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces le replicarán también ellos: Señor; ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos? Entonces les responderá: En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de éstos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. Y éstos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna.» (Mateo 25, 34-46)
1º. Jesús, al final de los tiempos vas a juzgamos a todos.
Es el juicio final, que es algo distinto al juicio particular.
El juicio particular es el que tendré nada más morir; el final es la confirmación pública y solemne del juicio anterior, al final de los tiempos.
«El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena» (C. I. C.- 1039).
El resultado de este juicio es claro e irreversible: los pecadores «irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna.»
Jesús, me doy cuenta de que ésta es la gran asignatura que debo aprobar, el gran examen que he de pasar al final de mi vida.
Además, no hay examen de recuperación.
Vale la pena, por tanto, que me prepare muy bien para ese momento.
En realidad, es lo único que vale la pena; pues si al final no me salvo, ¿qué ganancia en la tierra me puede compensar la eternidad?
Pero, Jesús, ¿qué entra en este examen?; ¿qué me vas a preguntar cuando te tenga que rendir cuentas de mi vida?
El temario es claro: «Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo» (Mateo 22, 37-39).
Y más en concreto, por temas: «tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed…»
Porque todo lo que haga a otra persona, es como si te lo hiciera a Ti.
2º. «¿Quieres un secreto para ser feliz?: date y sirve a los demás, sin esperar que te lo agradezcan» (Forja.- 368).
Jesús, servir a los demás no es sólo prepararse para ganar el cielo; es ganar el cielo ya aquí, en la tierra: servir es sinónimo de ser feliz, y también su consecuencia más inmediata.
El triste sólo hace que encerrarse en sí mismo y entristecerse más.
Pero el que está feliz, se vuelca en detalles hacia los demás y aún es más feliz.
Jesús, ayúdame a imitarte en este punto.
Ayúdame a servir sin esperar a que me lo agradezcan.
Pero el servicio también tiene un orden.
No puedo pretender servir en un país lejano y, a la vez, descuidar a los que me rodean.
Por eso, en un principio, lo primero será tener detalles de servicio en casa: que puedan contar conmigo para hacer un recado, para poner la mesa, para vigilar a un hermano pequeño, para arreglar una silla, etc.
Si soy trabajador o estudiante, después de mi familia vendrá mi trabajo: servir significará ser competente, hacer bien ese trabajo, estudiar con profesionalidad; y aprovechar las mil circunstancias diarias para servir a los amigos y compañeros.
A la vez, el trabajo bien hecho es una de las mejores maneras de servir a la sociedad.