Lucas 5, 1-11
Autor: Pablo Cardona
«Sucedió que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. Entonces, subiendo en una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra. Y sentado enseñaba desde la barca a la multitud.
Cuando terminó de hablar; dijo a Simón: Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Simón le contestó: Maestro, hemos estado fatigándonos durante toda la noche y nada hemos pescado; pero, no obstante, sobre tu palabra echaré las redes. Y habiéndolo hecho recogieron gran cantidad de peces, tantos que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran y les ayudasen. Vinieron, y llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían. Cuando lo vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos estaban con él, por la gran cantidad de peces que habían capturado. Lo mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serán hombres los que has de pescar. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron.»(Lucas 5, 1-11)
1º. Jesús, qué lección de fe me da Pedro.
Él sabía más que nadie de pesca.
El Maestro podía enseñar sobre cualquier tema, pero sobre pesca… ¡y más en aquel lago!
A pesar de todo, Pedro confía en Ti.
A veces me falta fe para lanzar mi red apostólica y hablar con la gente que me rodea, precisamente porque los conozco mejor que nadie, y estoy convencido de que no van a cambiar.
Jesús, aumenta mi fe para que confíe más en Ti.
Entonces, me maravillaré del resultado.
«Nadie debe dudar acerca de la fe, sino creer las cosas de la fe más que las que puede ver; porque la vista del hombre puede engañarse, pero la sabiduría de Dios jamás se equívoca» (Santo Tomás).
2º. «Jesús está junto al lago de Genesaret y las gentes se agolpan a su alrededor; «ansiosas de escuchar la palabra de Dios». ¡Como hoy! ¿No lo veis? Están deseando oír el mensaje de Dios, aunque externamente lo disimulen. Quizá algunos han olvidado la doctrina de Cristo; otros -sin culpa de su parte- no la aprendieron nunca, y piensan en la religión como en algo extraño. Pero, convenceos de una realidad siempre actual: llega siempre un momento en el que el alma no puede más, no le bastan las explicaciones habituales, no le satisfacen las mentiras de los falsos profetas. Y aunque no lo admitan entonces, esas personas sienten hambre de saciar su inquietud con la enseñanza del Señor.
Cuando acabó su catequesis, ordenó a Simón: «guía mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
«Replicole Simón: Maestro, durante toda la noche hemos estado fatigándonos, y nada hemos cogido». La contestación parece razonable. Pescaban, ordinariamente, en esas horas; y precisamente en aquella ocasión, la noche había sido infructuosa. ¿Cómo pescar de día? Pero Pedro tiene fe: «no obstante, sobre tu palabra echaré la red». Decide proceder como Cristo le ha sugerido; se compromete a trabajar fiado en la Palabra del Señor ¿ Qué sucede entonces? «Habiéndolo hecho, recogieron tan gran cantidad de peces, que la red se rompía».
Jesús, al salir a la mar con sus discípulos, no miraba sólo a esta pesca. Por eso, cuando Pedro se arroja a sus pies y confiesa con humildad «apártate de mí, Señor; que soy un hombre pecador», Nuestro Señor responde: «no temas, de hoy en adelante serán hombres los que has de pescar». Y en esa nueva pesca, tampoco fallará toda la eficacia divina: instrumentos de grandes prodigios son los apóstoles, a pesar de sus personales miserias» (Amigos de Dios.-260-261).