Las mujeres están en el Calvario. No sólo estaba la Madre de Cristo y la "hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena"(Jn), sino que "había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle" (Mt). Las mujeres se mostraron más fuertes que los Apóstoles; en los momentos de peligro, aquellas que "aman mucho" logran vencer el miedo. Ya antes, en la vía dolorosa, también "se dolían y se lamentaban por él" (Lc).
Quizá hubo un flujo de idas y venidas en el Calvario, y, por eso, los evangelistas no coinciden. La primera es María Santísima, otra es María Magdalena citada expresamente por tres evangelistas, ya que el cuarto sólo habla genéricamente de las mujeres; dos hablan de otra María, la madre del apóstol Santiago y José, luego la madre de los hijos de Zebedeo, que son Juan y el otro Santiago, Marcos habla de Salomé que parece ser el nombre de esta mujer, y Juan nombra a María, mujer de Cleofás, y hermana de María Santísima.
Las mujeres entienden mejor que los hombres, quizá porque saben mejor que el amor y el dolor son inseparables. Aquí esta la raíz de su perseverancia. Son fuertes porque aman más y mejor. El pensamiento no puede dejar de considerar que es muy posible que la femineidad esté mejor dotada para el amor fiel.
Aquellas mujeres ven el Cuerpo destrozado de Jesús, ven los clavos que le atan al madero atravesando sus manos y pies; su respiración angustiosa, por tener el cuerpo suspendido sobre los tres clavos que oprime con fuerza los pulmones, las heridas de los latigazos recibidos pocas horas antes; la corona de espinas cubriendo su rostro de sangre y sudor; el barro unido a la sangre coagulada que oculta aquella mirada misericordiosa que tan bien conocen. Se cumple detalladamente la profecía de Isaías: "Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en él nada sano. Heridas, hinchazones, llagas podridas, ni curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite".
Sus ojos contemplan un auténtico destrozo que muestra a Jesús como un fracasado. La inteligencia ven ese fracaso como el de otro un rey derrotado, un hombre humillado hasta el extremo. Las esperanzas de un reino de paz, justicia, amor y libertad se presentan lejanas o quiméricas para la pura razón. Pero los ojos del corazón van más lejos, y ven a alguien que ama y sufre de una manera nueva, comprenden que está allí libremente y captan, con más o menos claridad, que se trata de un Sacrificio nuevo. Bien sabían ellas las múltiples maneras Jesús hubiera tenido de eludir la Cruz, o los modos de luchar que suelen usar los guerreros de este mundo, y no quiso usar el Señor; ellas se dan cuenta de su entrega total al Padre y su amor misericordioso. Son fieles en el momento del dolor porque aman mejor.
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias
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