La Vida Iluminada por la Pascua

La palabra anunciada, el bautismo recibido, la comunión con el cuerpo y la sangre gloriosos del Resucitado nos ponen en comunión viva y vivificante con Cristo y con el poder de su Pascua, nos orientan hacia la definitiva esperanza realizada e inscrita para siempre en el cuerpo de Cristo Resucitado.

La contemplación de los iconos de la Resurrección en los que la fe y el arte, guiados por el Espíritu Santo, han plasmado el misterio iluminan nuestra mirada.

La espiritualidad litúrgica está enraizada en la teología de la Pascua, en el "paschale sacramentum" que comporta indisolublemente la pasión — muerte — resurrección. Esto es verdad para la Pascua de Cristo, para la Pascua de la Iglesia y para la Pascua del cristiano, que entra en la Pascua de Cristo por la iniciación bautismal y la consuma con su muerte abierta a la inmortalidad.

En esta indisoluble secuencia de acontecimientos y de celebraciones es necesario dejarse plasmar por los textos, por los símbolos de la gracia de la liturgia, en la triple dimensión del celebrar, meditar, vivir el misterio.

La celebración de la vigilia pascual es el punto central de una espiritualidad eclesial y personal porque plasma definitivamente el sentido de la historia personal y colectiva de los cristianos, a partir del memorial de la Pascua de Cristo y de la iniciación bautismal con la que también nosotros estamos ya insertados en esta Pascua. La victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, la perspectiva de victoria salvífica, es la clave del nuevo sentido que tiene la vida: morir para vivir, aceptar la muerte para resucitar, cambiar el sentido y el destino de las cosas en un dinamismo y en una cultura de la Resurrección. El misterio pascual de Cristo es el arquetipo fundamental de la vida de la Iglesia y de la existencia cristiana. Una vida, por lo tanto, de hombres vivos, de resucitados, no de hombres abocados a la muerte. Una vida de testigos que llevan luz en los ojos, contagian la alegría del corazón, demuestran su fortaleza ante la adversidad, testifican el amor del Resucitado en todas sus obras. Vivir así significa "no pecar contra la resurrección" sino vivir en la atmósfera de la Pascua.

Aquí es donde nace el verdadero sentido de la ascesis y la mística de la vida cristiana. Una ascesis pascual, liberadora y vivificante. Una mística que es comunión con el Señor en su misterio de muerte y de vida.

El cristiano que celebra la Pascua lleva en sus ojos la luz de la Resurrección, en sus labios mensajes de paz, en su corazón la fortaleza ante todas las adversidades y en la vida el testimonio de la novedad del Espíritu, la promesa de la victoria final.

La Iglesia proclama: "Ya todo tiende hacia la Resurrección universal. No sabemos en realidad a través de qué caminos, pero todo en realidad se orienta en este sentido. Entre todos los acontecimientos de la historia la Resurrección es el único absoluto, el solo acto que resume, en cierto modo, toda la realidad humana y toda la realidad cósmica. Es la Resurrección la que da sentido a la historia como a la misma gravitación del universo… Por eso hay que tener siempre fijos los ojos en la Resurrección de Cristo para acoger todo en su misma luz. Pascua significa paso. Si de veras estamos enraizados en el Resucitado, el mundo y la historia en nosotros están ya pasando a la eternidad. Nuestra vida debe estar iluminada por la esperanza y la espera pacificada y pacificadora de aquel que vendrá a consumar los siglos y a juzgar a los vivos y a los muertos."

Los cantos de Pascua hacen reverdecer la esperanza, colman de alegría a los cristianos. Resuenan como un grito de victoria. Así lo expresa con fuerza y belleza el himno pascual de los Estikirás de Pascua:

Que se levante Dios y sean dispersados sus enemigos!

Una Pascua divina hoy se nos ha revelado

Pascua nueva y santa, Pascua misteriosa.

La Pascua solemnísima de Cristo Redentor.

Pascua inmaculada y grande, Pascua de los fieles

Pascua que abre las puertas del Paraíso

Pascua que santifica a todos los cristianos.

Mujeres evangelistas, levantaos

dejad la visión e id a anunciar a Sión:

Recibe el anuncio de alegría:

(Cristo ha resucitado!

Alégrate, danza, exulta Jerusalén

y contempla a Cristo tu Rey

que sale del sepulcro como un Esposo.

Las mujeres miroforas, con la luz del alba

fueron al sepulcro del Autor de la vida

y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra.

Dirigiéndose a ellas les decía así:

Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?

Por qué lloráis al Incorruptible

como si hubiese caído en la corrupción?

Id y anunciad a sus discípulos:

Cristo ha resucitado de entre los muertos.

Pascua dulcísima, Pascua del Señor, (Pascua!

Una Pascua santísima se nos ha dado

Es Pascua. Abracémonos mutuamente.

Tú eres la Pascua que destruyes la tristeza!

Porque hoy Cristo Jesús, sale resplandeciente

y abandona la tumba con un tálamo

ha llenado de gozo a las mujeres diciéndoles:

Llevad este anuncio a mis apóstoles.

Día de la Resurrección

Resplandezcamos de gozo por esta fiesta

Abracémonos, hermanos, mutuamente.

Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos odian

y perdonemos todo por la resurrección

y cantemos así nuestra alegría:

Cristo ha resucitado de entre los muertos

con su muerte ha vencido a la muerte

y a los que estaban muertos en los sepulcros

les ha dado la vida.

Cristo ha resucitado!

En verdad ha resucitado!

Cortesía de www.elarcadenoe.org

para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL

www.mercaba.org

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