La flagelación

La flagelación era castigo era cruelísimo. Los judíos lo limitaban a cuarenta azotes menos uno. Para los romanos no había límite. Los flagelos era de cuero con huesos o bolas de hierro en la punta. Las carnes se abrían, el dolor era muy intenso, sangraba todo el cuerpo, solían perder el conocimiento y podían morir. La voluntad débil del poderoso, no sujeto a la justicia, va a golpear a Jesús como uno que no tiene derechos.

Jesús fue flagelado en el pretorio romano. Pilato es consciente de su inocencia, pero intenta soslayar la responsabilidad de soltarle o de condenarle. Así, dijo:"lo soltaré, por tanto, después de castigarlo"(Mt). Tras los gritos que claman por la crucifixión mandó prender a Jesús "para azotarlo"(Jn).

Sabe que se lo han entregado por envidia, pero desconoce el abismo de odio en que están sumidos los acusadores, y se equivoca doblemente al someterle a la flagelación. Por una parte, no tenía derecho a aplicarle ningún castigo; más bien debería castigar a los que le entregan a un inocente con mentiras y amenazas. Por otro lado, desconoce la ferocidad de las fieras ante la sangre. Intentaba moverles a compasión, o quizá dejar claro que es un intento imposible pretender ser rey después de aquel castigo; pero no lo consigue, más bien les llena de más odio.

Entre los romanos la flagelación se imponía como castigo aislado o como preparación de la crucifixión. Pilato intentaba lo primero, muchos interpretaron lo segundo; por eso, gritarán más fuerte que lo crucificase. El que sufría este suplicio era atado a una columna y dos lictores le golpeaban con los flagelos. En ocasiones se turnaban hasta seis lictores. Los flagelos llenaban el cuerpo de tumefacciones, rasgaban la piel y podían llegar a dejar al descubierto las entrañas. Se solía respetar la parte del corazón para que el flagelado no muriese, pero, de hecho, no era infrecuente que muriesen en aquel tormento. Si seguían vivos quedan desfigurados, y, a menudo, se desmayaban a causa del dolor de los golpes.

No sabemos si los flageladores fueron sádicos o no; quizá se limitaron a cumplir su deber. Es muy posible, sin embargo, que se diese en ellos esa extraña crueldad que se introduce en el hombre cuando entra en la rueda de la sangre. Además, aquel penado no era un cualquiera, era alguien importante, a juzgar por los que le acusaban, y por la misma presencia del gobernador romano; la violencia desencadena una pasión difícilmente controlable por el hombre. Es muy posible que Jesús padeciese ese suplicio en todo su horror, acentuado por la sensibilidad de su piel, de la cual había sudado sangre aquella misma noche.

Cae el primer trallazo. En esa carne blanca y sin mancilla se dibujan manchas de sangre, tantas como los extremos duros del látigo. El cuerpo de Jesús se estremece. No acabamos de darnos cuenta, cuando cae otro golpe y otro…El ritmo de los chasquidos se acelera. El soldado pega cada vez más deprisa, con todas sus fuerzas. Mientras, entra un segundo verdugo en acción. Éste también apresura sus golpes, y después entra otro; así van incorporándose todos. Cada golpe deja marcada la piel con tantas heridas rojas. No es la ejecución impasible de una sentencia. La espalda de Jesús se hacen rápidamente una sola llaga. Son una superficie roja .

La sangre escurre hasta el suelo, comienzan los vértigos. Sus piernas no pueden sostenerle. Y si no estuviese atado tan alto se derrumbaría en el charco de su propia sangre. La ley judía prohibía dar más de cuarenta golpes, en esta ocasión nadie ha contado. El cuerpo debió quedar extendido en el suelo del pretorio. Aún le quedaban muchos tormentos por padecer, pero era el comienzo de la Pasión física de Nuestro Señor, según el modo que el mismo había profetizado diciendo que el Hijo del Hombre "será entregado a los gentiles, quienes le azotarán".

Cristo se solidariza con todos los que han sufrido tormentos de parte de otros hombres; si alguno padece algún dolor de este calibre le consolará saber que Jesucristo padeció algo semejante. Es un paso más en el abajamiento y en la humillación voluntaria de Jesús. Sufre el dolor en una forma intensa. Ese dolor va a ser transformado de algo cruel en algo que tiene sentido. Va a convertirse en modo de amar. El dolor pasa a ser el precio que se paga por la pena de los pecados de otros. Es un cambio tan radical, que la Historia dará un giro si entiende que el dolor deja de ser absurdo y puede convertirse en medio de amar. El dolor pasa a ser mortificación con la que se muere a sí mismo para vivir una vida de amor más puro. El castigo que merecieron nuestros pecados recayó sobre Él y por sus llagas fuimos curados.

El cuerpo de Jesús cae desvanecido, cuando el centurión dice a los lictores que cesen el suplicio. Es todo una llaga, está empapado en sangre, está desvanecido. Le arrojan cubos de agua para que vuelva en sí. Sin embargo, no sale ni una queja de su boca, en su interior la decisión de entrega sigue firme y fuerte.

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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4 comentarios

  1. Dios mío increíble que nuestro señor haya aguantado tantas humillaciones por nosotros pecadores que no lo merecemos, cada vez que veo esto y leo con cual crueldad e injusticia fue azotado le pido perdón a nuestro señor, por quejas e inconformidades. Dios ten piedad de nosotros, no merecemos tanto amor. Haznos más humildes y que nuestra fe se fortalezca cada día más. Amén

  2. de verdad el señor nos amo tanto que dios mío este precio que pago por nosotros es demasiado de injusto por que las personas de ahora no merecemos que el se sacrifique por nosotros y como le pagamos destruyendo al mundo de diferentes formas por que las manos humanas son las peores armas de todo el mundo y bueno que dios y jesúsn nos amparen.

  3. de verdad el señor nos amo tanto que dios mío este precio que pago por nosotros es demasiado de injusto por que las personas de ahora no merecemos que el se sacrifique por nosotros y como le pagamos destruyendo al mundo de diferentes formas por que las manos humanas son las peores armas de todo el mundo y bueno que dios y jesúsn nos amparen.

  4. de verdad el señor nos amo tanto que dios mío este precio que pago por nosotros es demasiado de injusto por que las personas de ahora no merecemos que el se sacrifique por nosotros y como le pagamos destruyendo al mundo de diferentes formas por que las manos humanas son las peores armas de todo el mundo y bueno que dios y jesúsn nos amparen.

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