"Al ver el centurión lo sucedido, dio gloria a Dios dijo: "Este hombre era realmente justo""(Lc). Ha podido ser testigo privilegiado de toda la pasión desde el pretorio hasta el calvario. Han sido tres horas llenas de intensidad que le abren los ojos.
Juzga los sucesos desde su hombría de bien. Ve la injusticia de su jefe Pilato que condena a Jesús inocente ante la presión de los que odiaban al Señor. Ve la ira que como mar en tormenta llena a muchos de los sanedritas. Ve la masa del pueblo que clama contra Jesús cuando poco antes lo alabó como hijo de David. Ve la entereza de Jesús ante tanto dolor y humillación y puede calibrarla. Puede ver hasta que punto llega la paciencia y la caridad. Ve que perdona y consuela al ladrón arrepentido, ve su desolación y escucha el gran grito al Padre. Observa con estupor las tinieblas que oscurecen el sol. Y cuando la tierra se estremece se le hace la luz en la mente, hasta entonces sólo ha visto al justo que es perseguido por los enemigos. Ahora ve al Hijo de Dios.
"El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de gran temor y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios"(Mt). la fe ilumina a un hombre de bien, y el contacto de la cruz de Cristo le descubre el sentido de lo que está sucediendo.
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias
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