Estimado Fray Nelson. Cómo expían y cómo se reparan los pecados durante la vida? Entiendo que aún confesados queda la macha del pecado en nuestra alma. Puede redimirse esa mancha? Cómo? Agradezco su explicación. — M.C.
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El pecado contiene siempre en sí mismo un rechazo, mayor o menor, a Dios. Y como Dios es el sumo bien, el pecado necesariamente trae mal, devastación, desgracia y muerte a la vida del hombre.
Pero es necesario entender que estos males son diversos y que por eso son también diversas las formas como nos libramos de ellos.
Podemos clasificar los daños del pecado en cuatro grupos:
1. La CULPA: es el daño más grave y en cierto sentido el primero. Consiste en la deformación o torcimiento de la voluntad, que por ese acto se aparta de Dios. El daño de la culpa no es solo para un instante. Pensemos en un auto que va por una ruta muy larga y en un momento dado hace un giro que no debía. Si no toma después una serie (que puede ser larga) de acciones, jamás volverá al camino correcto. De modo ordinario, la culpa se sana con la gracia propia del sacramento de la confesión. La culpa es personal e intransferible.
2. La PENA EN SÍ MISMA: podemos entenderla como el conjunto de las consecuencias de nuestros pecados, primero en nosotros mismos y luego en otras personas. La pena SÍ es transferible porque las irresponsabilidades o pecados de algunos efectivamente afectan a otros. Pensemos en un papá irresponsable que echa a perder el patrimonio de la familia. La pena en sí misma se corrige a través de la «penitencia» que recibimos al confesarnos. Esto vale particularmente cuando se trata de resarcir o reparar daños causados a otras personas.
3. La PENA TEMPORAL: es el daño que causa el pecado en el conjunto de la sociedad o la historia humana, y que en cierto momento se sale completamente de nuestro control o dominio.Pensemos en la persona que ha escrito un libro antireligioso. Aunque la persona lograra recoger todas y cada una de las ediciones y copias de ese libro, las ideas ahí expresadas seguirán retumbando y haciendo daño, incluso por siglos subsiguientes, incluso si ese autor, arrepentido, se ha confesado y ha cumplido su penitencia. La pena temporal excede a las capacidades humanas y solo puede ser vencida por una sobreabundancia de gracia que fluye del Cuerpo de Cristo en razón de los méritos de los santos, particularmente los mártires. Esta es la fuente de la que proviene el valor de las INDULGENCIAS, y son estas la única respuesta suficiente con que cuenta la Iglesia para rescatarnos del peso de la pena temporal. Esto vale en particular para la indulgencia plenaria.
4. El afianzamiento de los MALOS HÁBITOS: cada pecado, en cuanto acto libre, crea o fortalece una tendencia, más o menos fuerte, en quien lo realiza. Aunque cese el pecado y sea perdonado, puede quedar una mala tendencia en la persona para recaer en lo que alguna vez hizo. Por supuesto, este afianzamiento negativo es parte de la «pena en sí misma» pero es bueno tratarlo en particular por la estrecha relación que tiene con la concupiscencia, que es esa especie de tendencia preferente por lo malo, si es fascinante, que por lo bueno, aunque sea bien conocido, si es arduo. La respuesta a los malos hábitos es compleja y requiere claridad en la vida moral, ejercicio prologado en la virtud y vigilancia de nuestra conciencia.
Si nosotros emprendemos con empeño, fiados y fieles a la gracia de Dios, el camino de respuesta a estos males, nuestra vida se va limpiando y sobre todo: se dispone cada vez mejor para acoger y vivir los dones del Espíritu Santo.
Fr. Nelson Medina, OP
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