La aparición de nuevas variantes del SARS-CoV-2 como la británica, la sudafricana o la india en los últimos meses ha motivado la aparición en la prensa de preguntas como ¿por qué mutan los virus? A menudo, la respuesta es que “los virus mutan para sobrevivir”. Sin embargo, la fórmula correcta de decirlo sería que, por selección natural, “sobreviven las mutaciones más fuertes”, como ha explicado a Verificat Quique Bassat, investigador de la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) y director del Programa Malaria. Te lo explicamos.
La replicación es el proceso por el cual los virus crean copias de ellos mismos, pero no son capaces de hacerlo solos. Necesitan infectar una célula y aprovecharse de su maquinaria de replicación para conseguirlo. En el proceso de copia, la información genética del virus -ARN en el caso de los coronavirus- puede sufrir errores de transcripción. Estos formarán parte de la nueva generación de virus y reciben el nombre de mutaciones.
“El virus no tiene conciencia, no piensa ni decide”, reflexiona Joaquim Segalés, catedrático en la Facultat de Veterinària de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) e investigador del Centre de Recerca en Sanitat Animal (CReSA). Detrás de las mutaciones no se esconde ninguna voluntad, sino errores en la replicación de la información genética vírica. “Los virus mutan aleatoriamente”, confirma Quique Bassat.
El pan de cada día
De hecho, estas mutaciones son muy comunes para los virus que tienen ARN en su interior (comparadas con los virus de ADN), porque no suelen tener una manera de detectar errores. El SARS-CoV-2 es un caso especial dentro de los virus de ARN al contar con una enzima que cumple la función de revisar el proceso de copia y subsanar errores. Esto hace que mute en menor medida que otros coronavirus, pero aún así, cada ciclo de copias, que puede durar unas pocas horas, acumula errores, de modo que cada persona infectada tiene en su interior una población viral diversa durante el periodo de infección. “Si fuéramos capaces de secuenciar cada uno de los virus dentro de una persona infectada, veríamos que hay una nube de mutaciones”, apunta el catedrático de la UAB. El virus “no cambia tanto como para que tenga comportamientos diferentes dentro de un mismo individuo, pero los hay ligeramente diferentes”.
En general, “muchos de estos cambios no tienen ninguna repercusión”, afirma Segalés. Otros, sin embargo, pueden afectar de manera positiva o negativa a su capacidad de transmisión. Aquí entra en juego la selección natural. Sólo las mutaciones que representan una seria ventaja competitiva respecto a otras variantes, como una mayor resistencia a nuestro sistema inmune o una mayor tasa de replicación, por ejemplo, se verán favorecidas y acabarán imponiéndose. Al cabo de un tiempo, una variante aventajada “desplaza a las otras”.
En consecuencia, las mutaciones no son una estrategia de los virus para sobrevivir, sino el producto de errores en su proceso de copia que puede conllevar cambios en la manera de interactuar con nuestras células y nuestro sistema inmune. Si los cambios son perjudiciales para el virus, sus probabilidades de replicarse se verán reducidas, estas mutaciones se transmitirán en menor medida a las siguientes generaciones y la variante acabará desapareciendo. En el caso de que sean favorables para su replicación, se transmitirán con mayor eficiencia, la variante será más abundante y podrá imponerse como nueva cepa.
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