Jesús denuncia los pecados del pueblo elegido

La hipocresía

Quizá sea ésta la actitud que más caracterizaba a los escribas y fariseos, y la que más recriminó Jesús. Por eso les dice: «Vosotros los fariseos limpiáis la copa y el plato por fuera, pero vuestro interior está lleno de rapiña y maldad» (Lc. 11, 38)

La actitud hipócrita se manifiesta de muchas maneras. Así, se pagarán los diezmos de las cosechas como el eneldo y el comino (plantas insignificantes) pero se olvidará la justicia, el amor de Dios y la lealtad. Buscarán los primeros puestos en las reuniones y banquetes para ser vistos y gozar de fama y honores. Se comportan, en definitiva, como sepulcros blanqueados, que por fuera tienen un aspecto limpio y grato, pero "por dentro esconden podredumbre y miseria (cfr. Mt. 23, 23ss)

Es comprensible que, ante esta conducta, Jesucristo se indignase y les dijese: «¿Por qué traspasáis vosotros el precepto de Dios con vuestras tradiciones? (… ) ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; en vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos» (Mt. 15, 3-7)

Nuestro Señor dice que es una necedad la hipocresía, porque «nada hay oculto que no haya de descubrirse, y nada escondido que no llegue a saberse» (Lc. 12, 2) Para evitar la hipocresía el remedio es actuar ante Dios: «Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; de otra manera no tendréis recompensa ante vuestro Padre celestial que está en los cielos» (Mt. 6, l)

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