El Siervo de Dios Isidoro ZORZANO LEDESMA nació en Buenos Aires (Argentina) el 13 de septiembre de 1902 de padres españoles, que poco después regresaron a España y se establecieron en Logroño.
Desde la juventud se distinguió por su laboriosidad y por su seriedad ante cualquier compromiso. En el Instituto de Logroño tuvo como compañero de estudios al que sería fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer, hecho que se revelará decisivo en la vida de Isidoro.
En 1927 terminó la carrera de ingeniería en Madrid, en la que fue ejemplo de aplicación y de espíritu de servicio con todos sus colegas. Estas cualidades resaltaron de modo aún más evidente durante sus años de ejercicio profesional (primero en Cádiz, luego en Málaga -de 1928 a 1936- y por último en Madrid). En una época de encendidos conflictos ideológicos y sociales en España, Isidoro conquistó, gracias a su probada competencia profesional y a su abnegado espíritu de sacrificio, un gran prestigio entre sus colegas y entre los obreros de la compañía de ferrocarriles en la que trabajaba. Movido por el deseo de realizar un trabajo bien hecho, cara a Dios, junto con un constante afán de acercar muchas almas al Señor, extendió su actividad a la enseñanza, y dedicó también tiempo y esfuerzos a varias asociaciones profesionales y a iniciativas de carácter social y asistencial en barriadas pobres.
El 24 de agosto de 1930, pidió la admisión al Opus Dei. Fue uno de sus primeros miembros, y dio siempre ejemplo de fidelidad indiscutida a esa llamada de Dios en medio del mundo. En 1936 se trasladó a Madrid, donde desarrolló un abundante apostolado en el ambiente universitario y con sus colegas de trabajo.
De 1936 a 1939, durante la persecución religiosa desencadenada en España y la sucesiva guerra civil, dio prueba de una valentía heroica: como ciudadano argentino, gozaba de cierta libertad de movimiento -aunque corría peligro, pues era conocido como católico-, y pudo ayudar material y espiritualmente a muchas personas, entre ellas a los miembros del Opus Dei que se encontraban aislados en la capital o encerrados en las cárceles.
A principios de los años cuarenta, aparecieron los primeros síntomas de la terrible enfermedad que en poco tiempo, le llevaría a la muerte: linfogranulomatosis maligna. Su unión con el Señor creció, de día en día, durante su prolongada agonía. Médicos, enfermeras, religiosas que le curaban quedaron asombrados al ver con qué alegría espiritual recibía los agudísimos dolores. Murió el 15 de julio de 1943, después de haber recibido la unción de enfermos de manos del fundador del Opus Dei.
Su vida manifiesta de modo cabal lo que es en la práctica el espíritu del Opus Dei: la búsqueda de la santidad en la vida cristiana ordinaria, en las entrañas del mundo a través del trabajo profesional ejercido con competencia, para iluminar todas las realidades humanas con la luz de la fe y del amor. Su fama de santidad se extendió pronto en todos los sectores de la sociedad. Entre 1948 y 1954 se instruyó en Madrid el proceso informativo sobre la fama de santidad, la vida y las virtudes del siervo de Dios; en 1964 se desarrolló en Montreal (Canadá) un proceso sobre una curación milagrosa atribuida a su intercesión.
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