Toma tu camilla y anda…

Largos años pasó aquel paralítico esperando ayuda para entrar en la piscina y ser curado, hasta que Jesús, Dios y hombre, premia su fe con la sanación.

I

 

Triste espectáculo del mundo. Vamos entre enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, tendidos a uno y otro lado. Todos viven porque esperan. Algunos contra toda esperanza. Otros no saben por qué viven, tampoco qué esperan. Están, tan sólo, ahí. Quejándose y oyendo quejidos. Todos quieren curarse, nadie hace nada por ello. Sólo esperan.

Pues un ángel del Señor descendía de tiempo en tiempo a la piscina, y se agitaba el agua. Y el primero que después de movida el agua entraba en la piscina, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.

Descubrimos un hombre que treinta y ocho años lleva enfermo 1. Toda una vida. Paralítico. Esperando. Es de edad avanzada; Jesús se ha fijado en él, y le acompañamos cuando se dirige al enfermo:

– ¿Quieres ser curado?

– Domine, hominem non habeo; Señor, no tengo hombre.

Le hacía falta un hombre que lo metiera en la piscina tan pronto como el agua se agitara; por eso, mientras él hacía esfuerzos para echarse al agua, otro bajaba antes. Eso le ha ocurrido una y otra vez, durante su larga enfermedad. Siempre ha fracasado en su intento. Pero no ha desistido, y ahí ha permanecido, junto al agua.

Paralítico como está, le es imposible ganar la carrera. Treinta y ocho años de fracasos no le alejan de su esperanza. Le falta un hombre.

Ha hecho todo lo posible por reemplazar esa falta; este anciano paralítico posee virtudes humanas: su reciedumbre, al recibir animoso fracaso tras fracaso; la grandeza de la sencillez y naturalidad con que lleva su difícil situación; la constancia: si ayer hubiera dado por terminada su lucha, hoy no lo hubiese encontrado el Señor; la sinceridad y nobleza que manifiesta al contestar a Jesús, atacando directamente la raíz del problema prolongado de su vida, y al permanecer ahí, con su enfermedad al descubierto, sencillamente, después de tantos años, en los que ha visto desfilar de continuo hombres que se reintegraban a la salud y a la vida. Pero estas virtudes no son suficientes. ¡Si él hubiese tenido un hombre … !.

Tener hombre. Es el camino ordinario de curación. Pero este hombre sin hombre no se queda sin premio; Jesús le dice:

-Levántate, coge tu camilla y anda 2.

De repente, se halló sano. Era día de sábado. Había sido curado de manera distinta a como había esperado tanto tiempo.

II

Nos retiramos de aquel lugar. Pero las palabras primeras del enfermo se han quedado grabadas en nosotros. No tengo hombre. Esto fue la causa de tan largo problema.

Es preciso ser hombre para llevar al hombre viejo a las aguas de la salud. Sin virtudes humanas, un hombre no es más que un guiñapo, un paralítico, un ciego, un enfermo del alma. Un estómago con patas. Un fardo de grasas.

El verdadero problema del paralítico consistía en no tener hombre, mucho más que en la misma enfermedad. Por eso estuvo toda la vida atado a una camilla, por eso se movían para él inútilmente las aguas.

Por no ser hombres cabales, están junto a nuestro camino multitudes incapaces de levantarse de su postración y abandono, teniendo la salud al alcance de la mano. Y es que un santo de hoy no se concibe sin virtudes humanas. Es preciso tener muy presente la parte humana. Con todas sus facetas. Con toda su belleza.

La gracia no destruye, eleva y ennoblece. Un hombre cabal no nace, se hace. Poco a poco, con actos repetidos. Un hombre así está en las mejores condiciones para aprovechar las aguas que se agitan para él: es el audaz, el sincero, el varón de deseos, el de ideales nobles, el de voluntad recia, el valiente, el diligente, el que conjuga la intransigencia con la comprensión, el generoso. Es alegre, responsable, laborioso y leal.

III

Del corazón de todos surge la misma oración: Señor, mándanos hombres así. Porque nuestro mundo necesita hombres nuevos. No hace falta nada más que mirar y observar: esa inmensa podredumbre, con oídos que no oyen y ojos que no ven. Ahora que hablamos tanto de los derechos del hombre, pero que prescindimos de los deberes que son su necesaria contrapartida.

El mundo de hoy está como acabamos de ver al paralítico, y debe crear una nueva clase de hombres íntegros, cabales, recios, generosos, capaces de corregir, dentro de sus posibilidades, todo el mal que los hombres mundanos han provocado, a causa de una libertad mal entendida y mucho peor empleada. Todos comprendemos que nuestro mundo amenaza hundirse no por falta de planes, sino por falta de hombres.

No deben surgir planes, sino hombres, hombres superiores, atletas del espíritu. ¡Que atienda la juventud!

Hay insinuaciones, hay órdenes, hay muchas situaciones, que sólo escuchan los jóvenes, porque sólo a ellos van dirigidas.


1 Jn 5, 4-5

2 Jn 5, 8.

 

Reproducido con permiso del Autor.

«Caminando con Jesús», J.A. González Lobato, Ediciones RIALP, S.A.

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Un comentario

  1. Me alegro de recibir sus mensajes,me permite que mi FE en JESUS aumente mas y mas.Ojala que nunca deje de orar a jesus en la eucaristia.

  2. Cada dia que leeo mas y medito sobre los temas ,me doy cuenta que nuestro Dios es maravilloso y generoso, Gracias Senor por tocar mi vida.

  3. desde siempre los Milagros de JESUS ME EMOCIONAN solo EL PUEDE HACER UNA COSA ASI JESUS TE AMO¡¡¡¡¡

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