Era sábado, ahí estaban los fariseos… y para asombro de todos, Jesús cura la mano seca de un hombre, dijo al hombre: Extiende tu mano. Extendióla… (Lc 6, 10)
I
Ya han comenzado las intrigas y contrariedades de los fariseos. El trato con ellos, su continua presencia, nos hacen desagradable la vida. Molestan constantemente y siempre por cosas sin importancia. Acabamos de escuchar la cuestión de las espigas cogidas en sábado, y la defensa que ha hecho Jesús de sus discípulos. De tí y de mí también, que comimos de aquel trigo reciente, trillado en nuestras manos.
Hoy es sábado de nuevo. Un sábado del comienzo del verano, y Jesús está enseñando en la sinagoga. Nos alegra escuchar su palabra, estar en su presencia; pero nos molesta la asistencia de un grupo de fariseos que está ahí, con el único propósito de acechar, para tener de qué acusarle. Las palabras de Cristo les resbalan. ¡Qué lástima! Sólo están abiertos a la crítica
Entre el auditorio hay un hombre que tiene una mano seca. La derecha precisamente.
Jesús le manda ponerse en medio. El hombre obedece. Todos vemos la mano muerta, anquilosada, seca. Hace calor, lleva poca ropa.
El Señor pregunta a los fariseos si es lícito curar a un hombre en sábado: ellos bajan sus cabezas y callan. Entonces se dirige al hombre, y ordena:
-¡Extiende tu mano!
Todos sentimos la fuerza de la orden del Señor. ¿Qué sentirán los que únicamente critican? La orden se refiere a la mano seca; esa que es el problema concreto del hombre, la que le hace estar manco.
Vemos el esfuerzo que hace por obedecer: los músculos están sin movimiento desde hace años. Ha dejado de serle útil quizás desde siempre. La mano es un viejo problema. Los esfuerzos que el hombre ha hecho por sí solo, desde su infancia, por superar su defecto, nunca dieron resultado, y terminó dándose por vencido. Sólo se recuerda derrotado.
La mano fue desde entonces un estorbo. ¡Jamás respondió a sus órdenes! Es una mano seca. Nos da la impresión de que van a saltar astillas de aquella carne endurecida, ante aquel esfuerzo supremo. En las curaciones ordinarias, cuando un miembro se anquilosa, cada vez cuesta más ponerlo en movimiento, y poco a poco, después de mucho tiempo, termina por curarse.
En este caso, después del esfuerzo, al momento ha quedado tan sana como la otra mano.
II
Es un milagro. Pero a pesar de serlo exigió el Señor un esfuerzo doble. La fe, no obstante la experiencia de siempre. El dolor, para poner en movimiento unos músculos
En la Naturaleza, unos seres suceden a otros. La vida a la muerte. El dolor es la antesala de la vida, la cual comienza, en el hombre, siempre llorando. Todo tiende a la muerte, por otra parte, en el mundo de los vivos y en la vida personal de cada uno de nosotros. La mortificación, el dolor, es un medio para la vida. Y es un medio para un auténtico progreso espiritual. Sin ella, el hombre se estanca. Y lo que se estanca se muere.
Una mano seca… Nos sugiere problemas personales sin resolver, que acaso, por acostumbrados, no descubrimos. Aún hay remedio. Todo es posible con el Señor. El Cristo de ayer es el de hoy. Quizá falte sólo nuestro esfuerzo.
Al sentirte hoy tú delante del Señor, en medio de tus circunstancias, como el hombre del Evangelio, quizá descubras que tu problema es el corazón. Viniste a la vida con una misión concreta, divina, que no puede hacer ningún otro ser en la tierra: amar. De pronto apareciste tú en la vida, y venías para eso. Desde entonces han ido pasando los años, distraídos en mil cosas, ¿cuándo has amado?
A veces descubres que una vida sin amor es una vida sin sentido, por brillante que ella sea, pero pronto lo olvidas, aturdido por ese montón de cosas pendientes que siempre te persigue. Corazón seco.
Un doble esfuerzo, también hoy, tendrás que hacer tú. Creer, no obstante la experiencia de siempre, que puedes hacer en la vida aquello para lo que vives. Sufrir el dolor de poner en movimiento algo que en ti estuvo siempre seco.
III
Todo cambio es doloroso, pero es preciso para la vida. La función crea el órgano. Por eso la mortificación, que es fruto del amor, puede también facilitarlo. La mortificación no es sólo romper cadenas que atenazan y anquilosan, sino demostración operativa del amor de Jesús, y preparación y ejecución perfecta de cualquier apostolado.
Sin mortificación no hay humildad, y sin humildad ¡qué difícil es amar! Cómo cuesta entender que la mortificación es vida: a ver si te convencen las palabras del Señor: En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo, después de echado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere produce mucho fruto. Quien ama la vida la perderá; y quien aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna 1.
El hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios. ¿Por qué crees que se priva el atleta de cosas que no son malas? Mortificación: morir para vivir. Ella es sólo medio
Lo que nos enseña el Apóstol: traemos siempre en nuestro cuerpo por todas partes la mortificación de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestros cuerpos 2.
Y San Juan de la Cruz nos dejará una recomendación tajante. «Si en algún tiempo, hermano mío, le persuadiere alguno, sea o no prelado, doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni abrace, aunque se la confirme con milagros, sino penitencia y más penitencia, y desasimiento de todas las cosas. Y jamás, si quiere llegar a poseer a Cristo, le busque sin la cruz.»
Corazón seco: ¡atento al dolor! El que nos viene de Dios es el que trae mayor ganancia.
1 Jn 12, 24.25
2 2 Cor 4, 10.
Reproducido con permiso del Autor.
«Caminando con Jesús», J.A. González Lobato, Ediciones RIALP, S.A.
Este libro puede comprarlo en www.beityala.com
La mano seca el corazòn seco, alimèntalo de amor y fe. Cuando tienes un dolor una enfermedad un defecto que te aflige o causa dolor, piensa en el Creador, la Fe te consuela y te sana; Jesùs viene a tu encuentro cuando lo invocas. Recuerda hombres de poca fe. <visita tu Iglesia, Jesùs nos quiere juntos como hermanos. Amen.
cuanta verdad ensena esta refleccion nadie queremos sufrir pero tenemos que sufrir para merecer el reino de Dios.
Es un hecho, sin cruz no hay purificación y sin purificación no hay salvacción.la única manera de sufrir ante el dolor es no resistirse a sufrir
que semblanza tan extraordinaria se hace de lo que es nuestro paso por esta tierra para alcanzar nuestro objetivo LA SALVACION
que semblanza tan extraordinaria se hace de lo que es nuestro paso por esta tierra para alcanzar nuestro objetivo LA SALVACION
que semblanza tan extraordinaria se hace de lo que es nuestro paso por esta tierra para alcanzar nuestro objetivo LA SALVACION