Hace una semana tuve una experiencia extraordinaria. Una lectora, María Luisa Carrizales, organizó un taller para las personas de su comunidad en Centerville, Texas.
Este es un pueblo muy pequeño cuya parroquia solo tiene alrededor de diez familias hispanas. María se dio a la tarea de convocar personas de parroquias aledañas logrando reunir 60 personas para el taller.
La necesidad del pueblo de Dios en estas comunidades alejadas es muy grande.
Después de mi taller de 4 horas pude sentarme con 15 personas y escuchar sus historias. La mayoría de ellas vienen de un modelo disfuncional de familia donde han crecido con un papa alcohólico, violento, desamorado y una mamá sometida. Niñas y niños que han sido abusados sexualmente por un familiar.
Vi mucha gente llorar, con profundas y dolorosas heridas, ayudándome esto a comprender aquella frase de Jesús cuando dice: “Me da tanta lastima está gente”.
Las personas de esta comunidad ante la pregunta:
“¿Qué significa para ti ser persona?”
No sabían cómo responder.
El mundo está más que torcido, se ha llenado, embotado del pecado.
Es más, ya no se reconoce el pecado y muchos hasta lo quieren meter de una forma que parece algo positivo y cristiano, en sus familias.
¿A qué me refiero con esto? Para solo dar un ejemplo puedo referirme al adulterio.
Es un tema del que poco se habla en nuestra iglesia pero que como una plaga está presente en miles de familias.
Éste puede ser el caso de un hombre y esposo que se casa por la iglesia y que tiene hijos junto a su esposa. Con los años quizá se involucra con una mujer de corazón malo, tienen hijos y siendo ilegítimos, pues él está ya casado por la iglesia, los lleva a bautizar.
Estos hijos ilegítimos crecen con este estigma pensando que lo son.
Luego este hombre con los años se dice arrepentido, pide perdón a su esposa y a sus hijos y les dice que él sueña que los hermanos se conozcan entre ellos. La esposa desvalorizada lo justifica diciendo que no puede hacer nada, que esos también son sus hijos.
Es un desorden espantoso, donde el pecado sigue estando presente.
Como mujer cristiana, ya no puedo quedarme callada, pues si por medio de las redes sociales se promueve la homosexualidad, muy pronto, el adulterio pasará a pasar parte de todo esto como si fuera algo muy natural y es un grave pecado que ofende a Dios.
Pues no. Así como un niño que ha vivido la violencia, es traumatizado, así también ocurre con un joven cuando se entera del adulterio de un padre. Está es una herida que desgarra todos los días, no sólo a la esposa legítima sino también a los hijos.
Tú y yo tenemos que hacer más. Denunciar, rezar por ellos, no tolerar el pecado.
Si Cristo viniera hoy con todo su esplendor y gloria, ¿qué frutos le mostrarías? ¿Por qué tendría que invitarte a ti a vivir junto a Él por toda la eternidad?
Da frutos de eternidad, porque la hora llega.
Sheila Morataya
Austin, TX
sheilamorataya.co