Desde hace muchos años, mis hermanos obispos católicos y yo hemos estado pidiendo que se ponga fin a la pena de muerte, no solo en California sino en todo Estados Unidos. Así que este es un buen día para California y un buen día para nuestro país.
Existen importantes razones de política pública para poner fin a la pena de muerte.
No disminuye la ejecución de delitos violentos y no proporciona una justicia verdadera ni sanación a las víctimas de delitos violentos. Y, lamentablemente, la ejecución judicial siempre ha sido un castigo que se impone con mayor frecuencia a los afroamericanos, hispanos y a los pobres de nuestra sociedad.
Pero las razones más importantes para poner fin a la pena de muerte son las morales.
Toda vida humana es preciosa y sagrada ante los ojos de Dios y cada persona tiene una dignidad que proviene de Dios. Esto es verdad para los inocentes y es verdad para los culpables. Es una verdad incluso para aquellos que cometen graves males y son condenados por los crímenes más crueles y violentos.
La pena de muerte viola la dignidad de la persona condenada y la priva de la posibilidad de cambiar su corazón y ser rehabilitada por la misericordia de Dios.
Con los avances en la aplicación de la ley y la justicia penal, no necesitamos ejecutar criminales para mantener a nuestra sociedad segura o evitar que los delincuentes cometan más violencia. Entonces, acabar con la pena de muerte es un paso adelante. Pero es solo el primer paso.
Debemos continuar señalando las desigualdades de nuestro sistema de justicia penal, para mejorar las condiciones de nuestras cárceles y la implementación de alternativas al encarcelamiento por delitos no violentos.
Debemos seguir buscando nuevas formas de rehabilitar a quienes cometen delitos para que puedan ser reinsertados a la sociedad y que lleven vidas productivas y dignas. Se necesita hacer mucho más en California para abordar las condiciones sociales que ocasionan el incremento del crimen y la violencia en nuestras comunidades.
Hoy en día, también es importante recordar a las víctimas de delitos violentos y a sus seres queridos. Se los confiamos al Padre de las misericordias y nos comprometemos a ayudarlos a encontrar sanación y paz. También debemos agradecer el sacrificio y el compromiso de la policía y los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, quienes todos los días ponen sus vidas en peligro para mantener a nuestras comunidades seguras.
Como cristianos, estamos llamados a proclamar el Evangelio de la vida.
Sigamos trabajando por la redención de todas las personas, incluyendo aquellos que han cometido delitos graves. Sigamos buscando una sociedad donde cada vida humana sea bienvenida y tratada como sagrada, y donde las personas tengan lo que necesitan para vivir una vida digna de una persona, amada por Dios. VN
14 de Marzo de 2019
Los escritos, homilías y discursos del arzobispo se pueden encontrar en ArchbishopGomez.com
El obispo José H. Gomez es actualmente Arzobispo de Los Ángeles, California, la comunidad católica más grande en USA. Es también Vicepresidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y forma parte de la Comisión Pontificia para América Latina.
En su ministerio, el Arzobispo José Gómez anima a la gente a seguir a Jesucristo con alegría y sencillez de vida, buscando servir a Dios y a sus vecinos en sus actividades diarias ordinarias.
Ha desempeñado un papel decisivo en la promoción del liderazgo de los hispanos y las mujeres en la Iglesia y en la sociedad estadounidense. Es miembro fundador de la Asociación Católica de Líderes Latinos y de ENDOW (Educación sobre la Naturaleza y la Dignidad de las Mujeres).
Durante más de una década, el Arzobispo Gómez ha sido una voz clara sobre cuestiones morales y espirituales en la vida pública y la cultura estadounidense. Ha desempeñado un papel principal en los esfuerzos de la Iglesia Católica para promover la reforma migratoria y es autor, entre otros libros, del titulado: Inmigración y la próxima América: renovando el alma de nuestra nación.