La Cuaresma es un buen momento para recordar para qué estamos aquí y para volver a centrar nuestra vida en ese propósito.
“Sean santos como su Padre celestial es santo”, ordenó Jesús. Y San Pablo dijo: “La voluntad de Dios es la santificación de ustedes”.
Dios quiere que nos santifiquemos, que seamos santos. Esta es la voluntad de Dios para ustedes y para mí; éste es su plan para cada persona. Y él ha dispuesto su creación de acuerdo a sus propósitos, que consisten en nuestra santificación y salvación en Cristo.
Es sencillo. Es hermoso. Y es la verdad plena respecto a nuestras vidas. Es la plenitud de la verdad acerca del mundo y de la historia.
El desafío que tenemos es el de confiar en Jesús, de creer en su amor por nosotros, de creer que él tiene un plan para nuestra vida, y es también abandonarnos totalmente a Él, buscando su voluntad en todas las cosas.
Ya es el segundo año en que entramos en la Cuaresma bajo la sombra de la pandemia del coronavirus. Desde la última Cuaresma, hemos visto nuestras vidas interrumpidas y alteradas por esta enfermedad mortal. Nuestra fe ha atravesado dificultades y ha sido puesta a prueba de muchas maneras.
Lo que le pido a Dios este año es que hagamos de esta Cuaresma un tiempo para renovar nuestra confianza en el Señor, para fortalecer nuestra confianza en el amor personal que Dios nos tiene a cada uno de nosotros.
Espero que a través de nuestra oración, de nuestros sacrificios y de nuestras limosnas, podamos llegar a una nueva conciencia de la presencia de Dios dentro de esta pandemia, una conciencia que nos permita comprender que, incluso a través del sufrimiento y del dolor, Dios está llevando a cabo su plan de amor. Él continúa actuando para hacernos santos.
En las Escrituras, la confianza en el Señor es el constante llamado y mandamiento que se dirige a los creyentes. Confía en su santo nombre. Confía en su palabra. Confía en su inconmovible amor, confía en su misericordia, en su poder salvador. No podemos confiar en nosotros mismos. Dios es el único que debe ser nuestra roca y nuestro refugio, nuestra ayuda y nuestro escudo.
La providencia de Dios, su plan para la creación y su tierno cuidado por nosotros, está en el centro de la enseñanza de Nuestro Señor. En el Sermón del Monte, Él nos habla de nuestro Padre celestial, que alimenta a las aves en el cielo y hace que crezcan las flores silvestres.
Jesús nos enseña a no preocuparnos por nuestra vida, a no preocuparnos por lo que comeremos, por lo que beberemos o por lo que sucederá mañana.
Nuestro Padre sabe lo que necesitamos, nos dice Jesús. Y si buscamos primero su reino —“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”— podemos estar seguros de que Dios nos dará todo bien.
Jesús nos enseña a ver que todo viene de la mano amorosa de Dios y que en nuestra vida no sucede nada —ni siquiera las tragedias, las desilusiones y los sufrimientos— que no sea o bien querido por nuestro Padre o permitido por Él para nuestra santificación.
Estas son verdades difíciles de asimilar y muchos de nuestros hermanos y hermanas se sienten acosados por esa pregunta de cómo es que Dios puede permitir el sufrimiento y de algún modo propiciar algún bien no visible a partir de él.
Pero Jesús dice que, en el amoroso plan de nuestro Padre para la creación, ni siquiera un pajarito cae del cielo sin que Él lo sepa ni le importe. Y como él nos los recuerda, ¡Para Dios cada uno de nosotros vale mucho más que los pajaritos!
Dios lleva el timón, tanto en el mundo como en nuestras vidas. Lo que no podemos entender hoy, lo entenderemos mañana. El escándalo del mal, el por qué sufren los inocentes, el motivo de las dificultades que nosotros y nuestros seres queridos debemos soportar. En todo ello, Dios está obrando de acuerdo a sus misteriosos y amorosos propósitos.
Necesitamos crecer en nuestra confianza en el Señor. Tenemos que entregarnos más y más a su tierno cuidado y buscar cada vez más el hacer su voluntad en todas las cosas.
La mejor manera de aumentar la confianza es a través de la oración. Aprendan especialmente a orar con los salmos. Estos son oraciones de gente que confía en Dios y que busca su voluntad, incluso en las grandes pruebas y sufrimientos.
Ustedes deberían hacer con frecuencia pequeños actos de fe en el transcurso de cada día. Digan: “Sagrado Corazón de Jesús, ¡en ti confío!”
Sean conscientes de que Jesús está con ustedes, de que está a su lado en todo momento. Sean conscientes también de que Él está arreglando todo por amor a ustedes. Confíen en el Señor, que nunca los abandonará cuando pasen por dificultades.
Oren por mí esta semana y yo oraré por ustedes.
Y ahora que empezamos esta segunda Cuaresma en un tiempo de pandemia, encomendémonos nuevamente al Inmaculado Corazón de María, nuestra Santísima Madre. Que ella nos ayude a recibir todo de la mano de Dios y a hacer su voluntad con alegría. VN
17 de febrero de 2020
Los escritos, homilías y discursos del arzobispo se pueden encontrar en ArchbishopGomez.com
El obispo José H. Gomez es actualmente Arzobispo de Los Ángeles, California, la comunidad católica más grande en USA. Es también Vicepresidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y forma parte de la Comisión Pontificia para América Latina.
En su ministerio, el Arzobispo José Gómez anima a la gente a seguir a Jesucristo con alegría y sencillez de vida, buscando servir a Dios y a sus vecinos en sus actividades diarias ordinarias.
Ha desempeñado un papel decisivo en la promoción del liderazgo de los hispanos y las mujeres en la Iglesia y en la sociedad estadounidense. Es miembro fundador de la Asociación Católica de Líderes Latinos y de ENDOW (Educación sobre la Naturaleza y la Dignidad de las Mujeres).
Durante más de una década, el Arzobispo Gómez ha sido una voz clara sobre cuestiones morales y espirituales en la vida pública y la cultura estadounidense. Ha desempeñado un papel principal en los esfuerzos de la Iglesia Católica para promover la reforma migratoria y es autor, entre otros libros, del titulado: Inmigración y la próxima América: renovando el alma de nuestra nación.