Estaba visitando a un amigo cuando me di cuenta que cruzando la calle un hombre estaba golpeando a una mujer que lloraba. Reaccioné y empecé a cruzar la calle diciéndole que la dejara de golpear, la respuesta fue: “no te metas en lo que no te importa.” Seguí avanzando y con firmeza le dije: ¡suéltala! Y entonces él me dijo quejumbroso: “Es qué ella empezó, no sabes cómo me golpea” mientras me mostraba unos moretones que supuestamente ella le había causado en otra ocasión, mientras yo me retiraba siguió la discusión entre ellos pero ya sin golpes.
Recién leí el artículo que George Wiegel autor de “Testigo de Esperanza” -la mejor biografía que conozco de San Juan Pablo II- escribió en el Denver Catholic Register: “Regenbursg Vindicated” sobre aquella memorable y controversial cátedra que el Papa Benedicto XVI dictó en La Universidad de Ratisbona hace 8 años, y que es hoy de increíble actualidad por la tragedia de ejecuciones, secuestros y guerra de fundamentalistas en el mundo, que buscan imponer su fe por medio de la espada.
El punto central se refiere a la compatibilidad entre la razón y el amor de Dios, y por tanto la incompatibilidad de apelar a la violencia en nombre de Dios, o de forzar la conversión a partir de la guerra, el terror o la imposición, cuestiones a las que se refirió hoy mismo el Papa Francisco en Albania, alabando la convivencia pacífica y fructífera para el bien común de la sociedad, entre las diversas tradiciones religiosas: La musulmana, la ortodoxa y la católica en la tierra de la Beata Madre Teresa de Calcuta.
Hay varias ideas importantes a reflexionar derivadas de los textos a los que me he referido: Por un lado “La religión auténtica es fuente de paz y no de violencia. Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer violencia.” En contraste con la violencia que en distintos frentes y de manera pública algunos radicales musulmanes han ejercido recientemente: en Egipto con la hermandad musulmana, en Nigeria con Boko haram, o en Siria e Irak con el estado islámico, en particular contra cristianos, pero incluso contra otros musulmanes que no aceptan esta postura.
Es evidente que como responsables en la defensa de los derechos humanos, de la vida y libertad de las personas, los estados deben actuar en contra de quienes atentan contra comunidades o personas en razón de su religión, ya que de otra manera, estaríamos todos sujetos al imperio del más fuerte y en una espiral interminable de violencia.
El otro elemento que recordó el Obispo de Roma hoy, lo planteó San Juan Pablo II en su viaje a Albania, hace más de 20 años “la libertad religiosa […] no es sólo un don precioso del Señor para cuantos tienen la gracia de la fe: es un don para todos, porque es la garantía fundamental para cualquier otra expresión de libertad […]. La fe nos recuerda mejor que nadie que, si tenemos un único creador, todos somos hermanos. La libertad religiosa es un baluarte contra todos los totalitarismos y una aportación decisiva a la fraternidad humana […] La verdadera libertad religiosa rehúye la tentación de la intolerancia y del sectarismo, y promueve actitudes de respeto y diálogo constructivo”.
Hay quienes gustan de descalificar a las religiones a partir de posturas radicales y violentas de minorías como la referida de los musulmanes, o incluso la de algunos cristianos en el pasado, por lo que se cultiva una intolerancia religiosa que se vuelve violenta y además contraria a la pluralidad, al tratar de imponer perspectivas arreligiosas e incluso antirreligiosas, sin embargo, no se valora el aspecto positivo que la mayoría de las tradiciones religiosas ofrece como el camino más directo para vencer las intolerancias y construir la paz.
La pluralidad implica respetar distintas posturas, con la salvedad de que éstas no sean impuestas por la fuerza o afecten a terceros, como lamentablemente se da con las ejecuciones por motivos religiosos o con el aborto. Vivir en pluralidad no significa renunciar a creencias o posturas en afán de consenso, ya que éste por definición eliminaría la pluralidad, en realidad se necesita que desde las distintas posturas se establezcan diálogos constructivos para la paz y el respeto. Implica reconocer que entre todos podemos encontrar solución a problemas como la intolerancia y la violencia.
Siempre será más cómodo no intervenir cuando alguien sufre violencia, o refugiarse en el “más vale no tocar temas de religión y política para evitar conflictos,” que comprometerse a construir diálogos racionales desde nuestras propias convicciones, o intervenir para aliviar las necesidades de otros. La libertad religiosa se debe ejercer a plenitud en la pluralidad, precisamente como un antídoto para evitar la violencia irracional.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).