El año pasado la joven Ariana Luterman estaba a punto de ganar un maratón femenil en Dallas, Texas rebasando a la puntera la Doctora Chandler Self; faltando algunos metros para llegar a la meta, la Dra. Self cayó, y entonces Ariana decidió parar y ayudarla a levantarse, y así en varias ocasiones que estuvo a punto de desfallecer la ayudó a ponerse en pie, hasta que llegó a la meta donde la ayudó a que fuera ella la que cruzara en primer lugar, el video de esta carrera es impresionante.
Este gesto de ayudar a otra mujer, a pesar de que eso significó ceder el triunfo en la carrera me recordó el esfuerzo de muchas mujeres que ayudan a otras mujeres en situaciones críticas, por ejemplo, cuando se encuentran en la disyuntiva de abortar por falta de apoyo económico o moral de sus parejas o de sus familiares, mujeres que les ayudan a continuar con su embarazo y el nacimiento de sus hijos, o con tratamiento para el estrés post traumático de quienes experimentan un aborto.
En las lecturas de este domingo se nos invita a contemplar la generosidad de dos viudas, la de Sarepta (1 Reyes 17, 8-16) que estaba lista a morir ya que solo tenía aceite y harina para un pan que comerían ella y su hijo para después esperar la muerte. La otra es la viuda pobre que echó en el cesto de la limosna para los pobres las únicas dos monedas que tenía (Lc 21, 1-4), en ambos casos la generosidad se impone aun en condiciones en que ellas quedan desprovistas.
La entrega que hacen las madres por sus hijos es una muestra de generosidad diaria que a muchos sorprende, y la actitud de desprendimiento y servicio no se limita a las madres biológicas, ya que el trabajo de muchas mujeres y religiosas en materia de educación, ayuda a enfermos, ancianos, migrantes y a gentes desprovistas de lo mínimo para vivir, dan testimonio de una característica femenina que es reconocida por todo mundo.
Ciertamente la solidaridad y la caridad no son exclusivas de las mujeres, pero si la manera en que la manifiestan, con una ternura y cuidado especial que se distingue específicamente como femenino. Y de esas actitudes y formas está muy necesitado nuestro mundo.
Otra característica femenina que es reconocida globalmente es la honestidad y el trabajo comunitario que permite que esquemas de microcréditos funcionen en comunidades marginadas como el Grameen Bank del Dr. Yunus que le valió el premio Nobel; o las campañas de reforestación, desarrollo ambiental y comunitario realizadas por mujeres del movimiento Green Belt fundado por la Dra. Wangari Maathai quién también obtuvo el premio Nobel.
En ocasiones he escuchado el falso debate que pretende borrar ciertas cualidades femeninas de las mujeres, en un afán de promover la igualdad entre hombres y mujeres, cuando precisamente la mejor manera de “empoderar” a las mujeres reside en que sus características sean reconocidas, promovidas y valoradas.
En el ejemplo de las corredoras maratonistas, las dos son mujeres deportistas de alto desempeño, sus cuerpos son fuertes, disciplinados, más que los de muchos hombres; la ganadora es una profesional de la medicina, y quien le ayudó es una destacada estudiante que además se distingue por su altruismo, sin embargo, lo que llama la atención es la sensibilidad y disposición a la solidaridad, y el apoyo brindado y aceptado.
La igualdad entre hombres y mujeres es una tarea que requiere todavía mucho esfuerzo, en algunas comunidades se ha avanzado, pero en muchas otras las mujeres aún sufren vejaciones, violencia y menosprecio, se mantienen códigos que no permiten el pleno desarrollo de las mujeres, ya sea limitando su educación, o su participación en la toma de decisiones en los diferentes ámbitos familiares, laborales, sociales, económicos y políticos.
La lucha por el reconocimiento de la igualdad de hombres y mujeres debe acelerarse y profundizarse a partir de las “ventajas competitivas” de la mujer que pueden feminizar la cultura, en lugar de ocultar o disminuir las valiosas aportaciones de la feminidad, es necesario promoverlas, para que su inclusión en la sociedad genere códigos de respeto y valoración hacia la mujer que hoy no existen.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de “El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe”
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).