El 1 de Mayo de 2011 también era el Domingo de la Misericordia, estábamos en medio de un mar de personas de todo el mundo, principalmente polacos e italianos en la Via della Conciliazione a la entrada de la Plaza de San Pedro en el Vaticano. Habíamos pasado toda la noche entre oraciones cantos y reflexiones, esperando la beatificación del hoy San Juan Pablo II.
Al igual que hoy, hace 3 años antes de la ceremonia de beatificación todos rezamos la corona de la Misericordia, devoción iniciada por Santa Faustina Kowalska quién escribió el Diario “La Divina Misericordia en mi alma.” También el Papa polaco dedicó a ese tema su segunda encíclica Dives in Misericordia (Dios rico en misericordia).
El Papa Francisco nos invita hoy a ejemplo de los nuevos santos Papas, a no escandalizarnos de las llagas de Cristo en los demás, para acoger y brindar su misericordia. Yo aún recuerdo las lecciones de catecismo de mi mamá, y entre ellas las obras de misericordia, que nos permiten entrar en el misterio del encuentro con Dios y con el prójimo de maneras concretas.
Enseñar al que no sabe, puede significar dar oportunidad de desarrollo a las personas, y más si enseñamos a amar, amando, que es más importante aún que transmitir conocimientos. Dar de comer al hambriento, de beber al sediento y vestir al desnudo son acciones que podemos hacer casi todos los días, porque hay mucha gente que no tiene ropa o comida como nosotros.
Dar buen consejo a quién lo necesita y corregir al que se equivoca, muchas veces nos es más difícil porque no estamos dispuestos a involucrarnos, ni a invertir el tiempo para ganarnos la confianza de aquellos que pueden necesitar consejo, y corregir con caridad y verdadero deseo de ayudar, y no simplemente con el objetivo de tener la razón, implica un compromiso personal por el amor.
Visitar a los enfermos y a los presos, se puede acompañar con la oración por los vivos, y la oración por los difuntos se puede hacer siempre, además de acompañar a las personas que tienen que enterrar a amigos o familiares fallecidos, no sólo en estas condiciones se puede consolar al triste, sino en cada momento en que sufren en el alma por cualquier razón.
Tener paciencia con los defectos del prójimo, lo mismo que perdonar a quien nos ofende, está en el centro de la oración al Padre Nuestro, y además es el prerrequisito para que Dios nos perdone, también es el inicio de la regla de oro, que implica tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran, ya que seguramente, muchos tendrán que soportarnos y perdonarnos con paciencia.
Finalmente, la condición de migrantes que caracteriza a millones de personas en el mundo de hoy, nos brinda la oportunidad para dar posada al peregrino, o ayudar de cualquier forma a quienes son expulsados de sus casas por violencia, o por la necesidad de buscar una mejor vida.
Las obras de misericordia nacen del corazón de Dios, son plenamente vigentes y nos interpelan.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).