Recientemente una jovencita celebró sus quince años con su familia y amigos en un templo, todo era vida y alegría. Una semana después la quinceañera estaba nuevamente en el templo, pero esta vez en el funeral de su papá, quién fue otra víctima más de la violencia generada por el consumo y venta de drogas, asesinado en el estacionamiento de una plaza comercial.
Los problemas de consumo de drogas y adicciones en general comúnmente los tratamos como la mayoría de los problemas sociales, como una estadística, como algo que está fuera de nosotros y que no necesariamente nos afecta directamente, sin embargo, se trata de personas concretas afectadas que, a su vez, impactan a otras personas, primero en sus familias y entorno cercano, y después a otros.
Conozco de primera mano casos de violencia familiar, de abusos sexuales, de codependencia, de abortos, de robos, de desaparecidos y de crímenes, derivados de la adicción al consumo de drogas. Un fenómeno que avanza a pasos agigantados en nuestra comunidad y frente al que parecemos estar paralizados, sin herramientas para enfrentarlo, pensando muchas veces que es un asunto de la policía y de los criminales, sin darnos cuenta que es un asunto de la vida cotidiana de muchas personas.
En muchas ciudades se venden y consumen drogas en todos los estratos sociales, en antros, en las fábricas, en el transporte público, en la construcción, entre los estudiantes de varios niveles, incluso en comunidades aparentemente “seguras” como las iglesias.
En alguna ocasión se realizó un retiro para jóvenes en una parroquia como un esfuerzo preventivo en el tema de las adicciones, al final del retiro resultó que cerca del 40 % de los adolescentes que participaron ya consumían algún tipo de droga.
Como cualquier adicción, escapar del consumo de drogas es un proceso largo y tortuoso, que implica una decisión del afectado de querer “quebrar”. Sin embargo, precisamente la condición de adicción hace muy difícil “quebrar” sin ayuda, de tal manera que muchos adictos necesitan un entorno de motivación y apoyo que les permita dar el primer paso, para iniciar el proceso de lucha contra su adicción.
Un amigo recientemente celebró sus 26 años fuera de las drogas, él fue ayudado a superar su adicción por el movimiento de Barrios Unidos en Cristo en Guadalajara, donde además conoció a su esposa con quién ha formado una preciosa y ejemplar familia. Su proceso de lucha lo llevó a dedicar su vida a apoyar a otros adictos a salir de su infierno, su terrible experiencia en las drogas y las pandillas le ha permitido conocer y trabajar con muchos otros que como él han caído en la adicción afectando a sus familias y a otras personas.
Los padres de familia necesitamos asumir nuestro papel con nuestros hijos, en lugar de solapar o ignorar adicciones e irresponsabilidad, acompañarlos en su búsqueda de sentido y propósito en la vida, igual los educadores y formadores en escuelas e iglesias. Cada quién puede ayudar de distintas maneras para evitar que este grave problema siga creciendo entre nosotros, y tender la mano a aquellos que “quieren quebrar”.
Cuando mi amigo me platicó el significado de la expresión “quiero quebrar”, me estremecí al saber que representa un grito de auxilio de alguien que, por su adicción, es como si extendiera la mano mientras se hunde irremediablemente en arenas movedizas hasta quedar sepultado. Resonó en mi conciencia el grito del salmista: ¡Desde lo más profundo clamo a ti Señor!
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de “El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe”
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).