En un encuentro con jóvenes donde reflexionábamos sobre los retos del mundo actual a la luz de la encíclica Laudato Si, surgió la inquietud sobre la diferencia entre el concepto de “naturaleza” y el de “la creación”, términos que en algunas ocasiones son utilizados indistintamente. Las diferentes maneras de entender y asumir estos conceptos marcan la forma como nos relacionamos con todo.
En la última versión de la película Godzilla, uno de los científicos que estudiaba el fenómeno de las criaturas o monstruos que se nutren de energía radioactiva argumenta que la naturaleza crea sus propios procesos de compensación cuando hay desequilibrios, en este caso producidos por el uso de bombas nucleares por el hombre, así, los monstruos radioactivos son combatidos y derrotados por Godzilla como parte de un mecanismo de compensación natural.
¿Quién no ha escuchado, o incluso utilizado la expresión: “la naturaleza es sabia”? Si nos detenemos a pensar un poco sobre el significado de la misma, se podría decir que tal “sabiduría” consiste en que cuenta con un orden intrínseco que de alguna manera se recupera en los procesos naturales una vez que se presentan desequilibrios, o que los llamados “equilibrios” son en realidad procesos dinámicos en constante ajuste y que nos dan la idea de un orden autoregulado que puede incluir procesos evolutivos.
Otra manera de entender la expresión seria considerar a la naturaleza como un ser vivo que “piensa” o posee algún tipo de “inteligencia”, “cerebro”, o “memoria” que le permitiría acumular “sabiduría”; de hecho han existido y existen culturas que le otorgan esa característica a la naturaleza además de una condición de madre creadora, y se le ha identificado como Gaia, o Pachamama.
Pero también se puede interpretar la frase de “naturaleza sabia” como una metáfora, una manera de expresar otra realidad a través de la imagen de “sabiduría” de la naturaleza.
En su reciente encíclica, el Papa Francisco plantea una diferencia de fondo entre los conceptos de creación y naturaleza que implica también una manera radical en la forma como el ser humano se relaciona con su entorno, el primero implica un creador, el segundo no necesariamente.
“Para la tradición judío-cristiana, decir « creación » es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona, pero la creación sólo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal.” 76
La naturaleza en una perspectiva científica prescindiendo de toda referencia a un creador se puede estudiar, explotar, manipular, y trasformar sin límites, lo que brinda un potencial de producir y descubrir muy importante, que por otra parte también ocasiona resultados inesperados por la gran complejidad de procesos interconectados que la constituyen, y que el hombre ha sido incapaz de controlar llevándola a su lamentable estado actual.
Una perspectiva que considere a la naturaleza como creadora en si misma, nos lleva a una condición de “respeto” por ella, donde el hombre es parte de la misma pero sin ninguna responsabilidad, un poco como en la película de Godzilla, esperando que la naturaleza se corrija a sí misma.
Entender la creación como un acto de amor de un padre creador, nos permite plantear la posibilidad de considerar a todas las criaturas como hermanos, en la lógica de San Francisco de Asís quien nos invita a exclamar hermano sol, hermana luna, hermana agua, y así sucesivamente, implicando por supuesto la hermandad primaria que existe en toda la humanidad.
La creación puede ser expoliada por los seres humanos cuando consideran que está a su disposición ilimitada renunciando a su responsabilidad de cultivarla y cuidarla, de la misma manera que quien pregona la libertad sin límites se siente capaz de disponer de los recursos, el futuro e incluso la vida de los demás.
La creación en si manifiesta la sabiduría, el orden y el amor del Creador, y en ella podemos descubrir las claves de interacción que deben regir la convivencia entre todos. Este y muchos otros temas se pueden reflexionar en la lectura de la última encíclica del Papa, un documento que el mismo dirige a toda la humanidad para iniciar un dialogo que mejore nuestro mundo, no solo para los creyentes o los ambientalistas sino para todos, porque a todos nos concierne el estado actual de nuestro sociedad y nuestro planeta.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de “El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe”
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).