AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 1 de octubre de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy contemplamos dos episodios que demuestran la fidelidad de san Pablo a la verdad del Evangelio. Uno es el Concilio de Jerusalén, en que se trató de si era lícito exigir la circuncisión a los gentiles que llegan a la fe. Allí recibió aprobación la predicación de Pablo, sobre la libertad con respecto a las obligaciones de la Ley judaica. Al exhortar al Apóstol Pablo a no olvidar a los pobres, el Concilio puso de manifiesto que la libertad cristiana no se confunde con el libertinaje, sino que se realiza en el servicio auténtico a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Además, la colecta que san Pablo organizó para los pobres de Jerusalén expresaba la deuda que las comunidades fundadas por él tenían con la Iglesia que les había dado el don del Evangelio. El segundo episodio es el incidente, en Antioquia, entre Pedro y Pablo, provocado por la decisión del primero de no compartir la mesa con los cristianos de origen gentil para no escandalizar a los de origen judío. En cambio, Pablo defendía el valor universal de la salvación que se ofrece a todos, gentiles y judíos, ya que la justificación no es obra de la Ley sino de la fe en Cristo. Sin embargo, poco después, en su carta a los Romanos y ante una situación similar, san Pablo recomendará a los fuertes en la fe no tomar alimentos impuros si esto supone un escándalo para los más débiles.
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Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española. En particular, a los peregrinos y grupos parroquiales venidos de Alemania, Chile, Colombia, España, México y de otros países latinoamericanos. Os invito a que, siguiendo el ejemplo de San Pablo, os dejéis guiar por el Espíritu Santo para comportaros siempre en vuestra vida según la verdad del Evangelio. Que Dios os bendiga.