San Román y San Lupicino
Murieron en el Jura (Francia); el primero en Condat en el 463 y el segundo en Leucone hacia el 480.
Román tenía treinta y cinco años cuando salió de su ciudad natal llevando consigo sólo una Vida de los padres del desierto. Puso rumbo al este, atravesó grandes bosques, y llegó hasta la confluencia de los ríos Tacon y Bienne. Había encontrado lo que buscaba: tierra para trabajar, una fuente, árboles y silencio. Vivió algunos años imitando a los anacoretas, entregado a la oración y al trabajo manual. Con el tiempo llegaron hasta él tantos discípulos que tuvo que levantar dos monasterios: Condat y Leucona.
Lupicino esperó a ser viudo para unirse a su hermano. Éste le confió la dirección de Leucona y él se quedó al frente de Condat. Sus caracteres eran muy diferentes: Román era dulce e indulgente, Lupicino era intransigente y severo. Román contestaba que su obligación era confiar en todos, dejando a Dios la elección final. Por lo demás, las virtudes y los defectos de ambos se equilibraban felizmente, para el bien de los dos monasterios. Cuando se introducía demasiado relajamiento en Condat, Lupicino tomaba el mando y restablecía la disciplina; cuando, a fuerza de ayunos y vigilias cundía en Leucona un cierto desánimo, era Román quien sustituía a su hermano, y animando a todos a dormir un poco más y a comer mejor, les devolvía el buen humor y la salud.
Santa Antonieta (+1472)
Esta santa italiana se casó y enviudó dos veces. Después ingresó en las clarisas de Florencia, su ciudad natal. Tuvo que sufrir mucho por culpa de su hijo, un granuja que nunca dejó de atormentarla, pero a cambio, recibió del cielo grandes consuelos. Su director, el célebre Juan de Capistrano, la puso al frente del convento Corpus Christi de Aquila. Allí emprendió una intensa labor de reforma, y allí mismo terminó sus días en paz.
San Hilario (+468)
Natural de Cerdeña, era hombre de confianza del papa san León para el cual llevó a cabo peligrosos encargos entre los herejes monofisistas, que martirizaron a san Flaviano. Hilario se salvó poniéndose bajo la protección de san Juan Evangelista, al cual prometió extender su culto en Roma. Cuando llegó a ser papa en el 461, cumplió su promesa haciendo construir en la basílica de Letrán dos oratorios dedicados a san Juan Bautista y a san Juan Evangelista, y así el nombre de Juan quedó vinculado para siempre a Letrán.
* Se totalmente puntual, por amor a Dios, en las tareas de tu día.