Pocos días después del nacimiento de nuestro segundo hijo mi esposa fue al hospital para que le atendieran una taquicardia que en ese momento pensamos sería parte del estrés posparto, el medico decidió internarla porque además del problema cardiaco encontró otras condiciones que la llevaron a terapia intensiva durante el día y a que su presión bajara a niveles críticos, después de varios procedimientos infructuosos, tuvieron que utilizar tratamiento de electroshock para reanimar su corazón.
La cercanía de la muerte de un ser querido, como fue el caso, nos permite darnos cuenta con claridad donde está nuestro corazón. En los textos sagrados, de distintas maneras la esposa es una bendición de Dios para el hombre, ya desde el texto del Génesis Adán descubre la necesidad existencial complementaria de Eva, y posteriormente en el Salmo 128 se presenta a la esposa y a los hijos fruto de su fecundidad, como una bendición especial de Dios para el hombre.
En navidad todos recibimos el regalo de Dios: Su hijo que nos salva, como nos explica el Papa Francisco en su homilía de navidad: “«Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11). Las palabras del apóstol Pablo manifiestan el misterio de esta noche santa: ha aparecido la gracia de Dios, su regalo gratuito; en el Niño que se nos ha dado se hace concreto el amor de Dios para con nosotros.”
Además de este regalo concreto, inmerecido e inconmensurable que comparto con toda la humanidad, hace algunos años también un 25 de diciembre nació la mujer que ha sido mi regalo y mi bendición. Una fecha tan significativa naturalmente opaca cualquier otra celebración, sin embargo para mí la coincidencia se convierte en una manera de resaltar los detalles que Dios tiene por cada uno de nosotros.
Estos días son una oportunidad especial para que cada quien podamos convertirnos en un regalo, o una bendición para otras personas, a pesar de que nuestro comportamiento muchas veces diste de ser un obsequio o una buena noticia para quienes nos rodean, la realidad es que la única manera de transformar para bien nuestro entorno es que seamos servidores y buenas influencias en nuestro entorno más cercano.
La reflexión del apóstol Juan sobre Jesucristo –La Palabra- es la clave que nos da certeza de la posibilidad de convertirnos en una bendición para otros: “La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.” Jn 1, 9-12
En estos días es común que la gente te ofrezca regalos y te desee bendiciones. No olvidemos que el mejor regalo es nuestro tiempo, presencia y compromiso, y tampoco olvidemos que como hijos de Dios nos podemos convertir en bendiciones para los demás a través de nuestra solidaridad, de actuar con rectitud, justicia y honestidad, sirviendo, y teniendo gestos de amor y ternura con los demás.
Esta semana que nos preparamos a festejar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, podemos empezar a convertirnos en regalos y bendiciones para nuestra familia y para quienes encontremos en el camino, usando el poder de ser hijos de Dios.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de “El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe”
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).