La playa

27.6.14

     Queridos amigos, les platico que hoy, aprovechando el día libre ya que no hay juegos del mundial, me lancé, despreocupado y vocinglero, a la playa de Copacabana, luego de un encierro de casi tres semanas en los alrededores del centro internacional de prensa, que es más aburrido que bailar con una hermana.

Poco importó que el trayecto nos tomara casi dos horas; el simple hecho de pensar en estar en uno de los sitios emblemáticos no solo de esta ciudad sino del mundo, hacía que brincara de alegría mi corazoncito.

Lo padre de este lugar es que se ha respetado la arena y el mar. Hay una costera, haga de cuenta usted la de Acapulco pero no hay edificios ni hoteles. Esos están del otro lado de la calle, por lo que el entorno resulta súper gratificante.

La verdad, no hubo lugar para la decepción. El carioca que asiste a la playa, mujer, hombre o algún tipo raro de ser viviente, lo hace para vivir a plenitud. Es raro verlos quietos, ya que si no están corriendo, se la pasan jugando volibol, futbol, ejercitándose en los muchos como gimnasios al aire libre que están puestos a lo largo del arenal, metiéndose a dar un chapuzón al mar cuya agua no es helada sino lo que le sigue y divirtiéndose como enanos.

Si usted ve al típico compadre echado en un camastro, con la chela en la mano y mirando al horizonte como hipnotizado, jure que es turista y seguramente, mexicano.

Ya de los cuerpos ni hablamos. Los tipos en general, porque también hay gordos, chaparros y feos, tienen músculos hasta en el pelo y las “garotas”, como se les dice coloquialmente a las mujeres, ¡Uf, uf y recontra uf!

Dice un amigo mío que así como cada ciudad del mundo tiene una estatua que lo distingue a la entrada o en el centro, acá debería haber un monumento a la pompa, porque vaya que el patrón de allá arriba dotó generosamente a la brasileira en esa parte del cuerpo que, además, exhiben generosamente con un miniatuendo que pretende hacerse pasar por traje de baño.

Pese a ser viernes, la playa luce abarrotada porque, ya se lo he compartido a usted, el brasileiro así que usted diga chambeador, chambeador pues como que no es y por si fuera poco, por decreto gubernamental, los días que hay partido en cada una de las ciudades, son feriados, así que entre fiestas cívicas, cristianas y futbol, se pega poco golpe en este lado del planeta.

También pude cambiar un poco la dieta ya que en el restaurante del hotel donde vivo, el menú es más predecible que una telenovela mexicana. A lo largo del malecón hay puestos de comida rápida y si ya se pone usted exigente, atraviesa la avenida y se mete a algún buen, (y carísimo), lugar para degustar variadas viandas.

Bueno, los dejo porque voy a echarme un clavado al mar. Nos leemos mañana.

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