LA NARANJA MECÁNICA

Han quedado definidas las semifinales en esta Copa del Mundo y respetando la paridad de fuerzas que en estas instancias debe prevalecer, justo es reconocer que el enfrentamiento que luce nivelado es el España frente a Alemania, porque en la otra llave, un triunfo de Uruguay sobre Holanda parecería más bien un milagro.

No pretendo dar por muertos a los charrúas, que han demostrado una garra, un oficio y un pundonor admirables sino dimensionar que hasta el momento, con eso les alcanzó y hasta sobró, contando además con ese toquecito de fortuna que siempre debe acompañar las grandes acometidas.

Por otro lado, entre lesiones y suspensiones, la “celeste” llegará muy diezmada a su cita con la historia, por lo que creo que ya meterse entre los cuatro grandes basta y sobra para considerar que su participación en la justa mundialista ha sido un éxito.

El equipo holandés maravilló al mundo allá en el Mundial de Alemania 74 cuando de la mano de Rinhus Michell practicó un fútbol revolucionario, jugado a gran velocidad y sin posiciones fijas.

Eso le valió el mote de la “Naranja Mecánica” siendo su gran estrella Johann Cryuff y llegando hasta la Gran Final que perderían agónicamente contra el país anfitrión.

Cuatro años más tarde, en Argentina, volvieron a ser finalistas y contra el cuadro local, en un torneo que parecía Argentina tenía que ganar por decreto de la entonces gobernante Junta Militar, la cara política de una dictadura atroz.

De ese entonces a la fecha, el país de los tulipanes y los quesos ha tenido destellos interesantes pero en la Eurocopa o en el Mundial, parece faltarles ese empuje y corazón que caracteriza a los guerreros que ganan las grandes batallas.

Productor y exportador de grandes talentos, los naranja no logran delinear un seleccionado nacional al que se pueda apostar sin temor al ridículo, sin embargo, el bajo nivel futbolístico de esta competencia y la prematura eliminación de algunos cuadros marcados como favoritos, han conspirado a favor de esta escuadra que por lo demás, por supuesto que llena la pupila del espectador.

Recuerdo con mucho placer y nostalgia el 4 de julio de 1998. En el estadio “Velódromo” de Marsella se jugaba la fase de cuartos de final del Mundial de Francia. El encuentro era Argentina contra Holanda y el árbitro era este humilde servidor de ustedes. En ese momento no lo sabía pero era el último partido de mi vida.

Fue un partidazo jugado de poder a poder y al final, con una pincelada de Dennis Berkamp que fue considerado el gol del torneo, el cuadro de los Países Bajos doblegó a los orgullosos argentinos. Luego, cuando todo mundo daba como favorito a la “Naranja” fueron a caer, sin meter las manos, ante Brasil.

Ahora todo les pinta para llegar sin demasiado sufrimiento a la Final y poder, después de tantos intentos, llevarse la Copa a su casa.

Vamos a ver de que están hechos. Si son pura maquinaria o realmente poseen un corazón.

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