Niels Stensen: todos llevamos la ecología en la sangre

Niels Stensen

(1638-1686)

 

La palabra “ecología” está cada vez más arraigada en nuestro vocabulario. No sabremos dar una definición precisa de qué es, pero estamos todos de acuerdo de que está muy bien cuidar y conservar el mundo en buen estado, porque se está poniendo cada vez más feo. Compartimos la indignación de quienes gritan sin parar, a los cuatro vientos, que el aire que respiramos está muy sucio. Es verdad. Hay que proteger con urgencia el medio ambiente y hacer algo porque, además, el planeta se nos está calentando más año tras año.

El mundo está muy contaminado….

Cada día la prensa informa de malas noticias y denuncias por problemas que hace años nos preocupaban poco, o casi nada:  amenazas horrorosas de plantas nucleares, cercanos depósitos de miles de litros de combustible que pueden estallar y carbonizar poblaciones enteras. Y no digamos los típicos temas de la nata de smog en la atmósfera o la cantidad de basura en las calles. Frecuentemente se nos informa con números precisos de qué tamaño es el licuado de hidrocarburos, que respiramos por semana.  Por su parte la radio y la televisión alertan sobre aguas contaminadas que tantas personas no tienen más remedio que beber; o de ríos malolientes que llevan desechos industriales y espuma de jabón detergente, que usaron miles de lavanderas.  En resumen, todos sentimos un malestar casi existencial, pues a pesar de los geniales y sorprendentes avances de la técnica, algo se ha revertido en nuestra contra. Estamos ensuciando de más este planeta, nuestra casa común, que hace años estaba mucho más habitable. Viva la Ecología.

Por eso tenemos un aprecio creciente hacia la naturaleza y se comprende que el hombre citadino quiera salir los domingos para ver otro paisaje, porque está harto del ruido de tantos coches, teléfonos celulares, y lo fuerte que suena el timbre de la puerta. 

¡Qué diferencia!:  una vez fuera de casa, en el campo, qué bien se respira. A un lado y otro del camino, cientos de alineados pinos nos hacen una valla; luego, se contempla un amplio valle y montañas elegantemente vestidas de verde. Y al detenernos en algún lugar, es imposible no admirar los trazos perfectos del vuelo de aves en tantas direcciones, o los cambiantes dibujos que hacen las nubes. Es un cielo con un oxígeno tan fresco y puro….  Si es de noche, un cielo tachonado de estrellas nos ofrece un espectáculo casi nunca visto en la ciudad. Si estamos frente al mar, se nos regala cada día un distinto atardecer:  algo no fácil de describir nos ensancha el alma.  Algo “nos deletrea desde allá arriba” —dijo un Premio Nobel, poeta mexicano—.  Alguien nos ha regalado este bello planeta para disfrutarlo. Su orden y bellezas incontables no son fruto de la casualidad ni se hicieron por sí mismas. No es materia pura y sola. Hay, detrás de todo lo visible,  un ser inmenso que, para dotar con tan buen gusto y perfecto diseño la vida de tantos millones de seres, y plasmar en ellos maravillas —comenzando por ser humano—, ha de ser infinitamente Bello, Inteligente, Sabio y  Bueno…. 

A esto se puede llamar sana y alta Ecología, la que invita a valorar mejor quién es el ser humano, porque nos empuja, además, a la contemplación, a admirar la naturaleza para descubrir a su Hacedor; y a conservar este gran mundo que El nos regaló con tanto amor para que fuera nuestra casa. Lo han expresado en la historia, de mil modos, los músicos, pintores, y tantos poetas, como éste: Brisas primaverales embriagan mi estancia, de una áspera fragancia, de hojas verdes, con agua, de rosales. (…) ¡Qué paz y qué ventura! Amanece riendo en lo infinito (…) Canta la codorniz, fresca, allá abajo… Viene un gorrión a la ventana abierta… Pienso en Dios…  [1]

A esta misma conclusión, como ha ocurrido por siglos a muchos amantes de la naturaleza, astrónomos, artistas plásticos, y a hombres de ciencia,  llegó el danés Niels Stensen.

Un científico que habla nueve idiomas

Este hombre sabio encontró a Dios precisamente por la observación atenta del mundo, de sus seres vivos e inanimados. Se cumplió una vez más al pie de la letra lo enseñado por San Pablo: lo invisible de Dios es conocido desde la creación del mundo mediante las criaturas (Romanos, 2, 20).

Había nacido el 11 de enero de 1638 en Copenhague, hijo de piadosos padres luteranos. Su padre era un reconocido orfebre de piezas de oro. Allí comenzó Niels a desarrollar su interés científico y otras ha¬bilidades técnicas. En su juventud, mientras se iba embebiendo de estudio, va calando en su alma el gran valor de la vida humana.

Pronto murió su padre y dos veces la peste asoló su tierra; en 1645 acabó con decenas de conocidos suyos. De esto el joven Stensen escribirá más tarde: Fui muy flojo en la práctica de la religión, hice pocas cosas buenas. Discúlpame Señor y dame la gracia de la sabiduría, que tenga siempre la muerte frente a mis ojos, y en la boca Memento mori! (¡Acuérdate que vas a morir!)

En noviembre de 1656 se inscribe en la universidad para estudiar Anatomía y Medicina. Después de tres años, cuando ha cumplido los 21, comienza un viaje de estudios por los centros más importantes de ciencia en Europa. En Amsterdam hace la primera de sus investigaciones; encuentra el conducto que comunica el oído con la boca y el sistema ganglionar en el organismo. Como el intercambio entre los hombres de ciencia es muy intenso, pronto se conoce y se respeta al joven científico danés, que habla nueve idiomas y se entiende con otros científicos de la época.

Reconocido prestigio en toda Europa

En 1664 presenta una teoría general sobre los principios y la estructura del sistema muscular humano y explica la naturaleza del corazón como un músculo. Igualmente se introduce en el estudio de la anatomía del cerebro y contribuye a la investigación de una manera importante. Gracias a sus descubrimientos va reconociendo la fragilidad de algunas teorías, consideradas hasta entonces infalibles.

Después de una estancia en la vieja y famosa Universidad de Montpellier, Stensen llegó a Italia en 1666. El gran duque de la Toscana, Fernando de Médici, le ofrece condiciones ideales de trabajo en Florencia —que llegó a ser su segunda patria— para sus investigaciones en el hospital de Santa María Nuova. Allí Niels descubrirá entre otros hallazgos, que los dientes de un tiburón tienen la misma forma que unas "piedras halladas en una capa del suelo y que se conservaban como curiosidades naturales”. El científico hace ver que se trata de fósiles. Investigaciones de este tipo ayudan a poner nuevas bases a la Geología y Paleontología modernas.

Son más bellas las cosas que no se pueden conocer

Stensen es un atento y apasionado observador de las cosas. Desde las piedras preciosas, pasando por las maravillas del mundo vegetal y animal que la naturaleza presentaba abundantemente ante sus ojos, hasta el cuerpo humano. Y al estudiarlo, entiende que la armonía del universo es reflejo de la inteligencia y belleza del Creador. Escribía él mismo que el verdadero fin de la Anatomía es procurar que los observadores, a través de la obra maestra del cuerpo, se eleven a la dignidad de alma y, consiguientemente, mediante las maravillas del uno y de la otra, al conocimiento y amor de su Autor (Opera Philosophica, t. II., 254)

Está profundamente convencido de que todo descubrimiento, incluso modesto, constituye siempre un paso adelante hacia la verdad absoluta, pues todo el universo depende de Dios. La ciencia no puede dar razón completa de todo. Para Stensen el hombre no tiene sólo capacidad para cono¬er el mundo físico. Hay también una facultad que es "conocimiento con el corazón", que hace descubrir en lo más íntimo del hombre la experiencia del encuentro personal con el Creador. Escribía: cuán bellas son las cosas que se ven, más bellas las que se conocen, pero más lo son aun las que no se pueden conocer.

Por eso en una de sus oraciones favoritas dice a Dios: Tú quien sin Ti ningún cabello de la cabeza, ninguna hoja del árbol, ningún pájaro del aire cae, ni el espíritu logra el pensamiento, ni la lengua la palabra, ni la mano el movimiento; Tú me guiaste en caminos desconocidos. Guíame ahora en el camino de la gracia.

Lo que mueve en último término sus investigaciones es el anhelo de descubrir la razón última de cada cosa: y concluye que detrás de todo está Dios, que no puede ser encontrado ni siquiera con los más sofisticados instrumentos de la ciencia experimental.

Converso y Obispo de los países de Escandinavia

Niels se había educado en la confesión luterana y conservaba esa fe, pero estaba insatisfecho. Habituado a buscar siempre la verdad y las certezas en su profesión, hizo lo mismo en el conocimiento de Dios. Al conocer los misterios de la fe católica, se fue entusiasmando. Particularmente le conmueve el que Cristo quisiera quedarse presente en el Sacramento de la Eucaristía, verdad desconocida por los luteranos. Lleno de alegría interior, cuando pudo superar ya toda duda y oscuridad, dijo sí a lo que Dios le había dado a entender claramente.

En 1667, viviendo en Florencia, se convirtió al catolicismo y, junto con sus investigaciones científicas, se dedicó intensamente a la teología católica, especialmente a su fundamento dogmático. Años más tarde recibió la ordenación sacerdotal. Figura pronto entre los sacerdotes más ejemplares de la ciudad por su piedad eucarística y su celo misionero. El Papa Inocencio XI lo llama a Roma y le nombra Obispo, cuando Niels Stensen tiene apenas 39 años de edad. Aquí termina su dedicación a las ciencias naturales, pues es nombrado Vicario Apostólico para el enorme territorio del Norte de Alemania y de Escandinavia y por una temporada breve fue obis¬po auxiliar de Münster.

Los últimos tres años de su vida trabaja administrando los sacramentos y visitando a los fieles con suma entrega, como buen pastor. Es hombre de oración, abnegado, desprendido, con unas especiales dotes de finura de trato y amabilidad, que cautivan a los mismos protestantes. Agotado por las fati¬gas muere el 5 de diciembre de 1686 cuando tenía 48 años. Su gran amigo, el duque de Toscana hace transportar los restos mortales a Florencia y ordena que sean sepultados en la cripta de los príncipes de Médici, en la iglesia de San Lorenzo.

Todos los que se encuentran con Niels Stensen —sus contemporáneos y nosotros del siglo XX— son invitados por él a dejarse abrir los ojos del espíritu para la gloria de Dios, a reconocer su dignidad de hombres en la creación de Dios y a dejarse enriquecer por los dones de la luz de su gracia. Con la beatificación la Iglesia pone esa figura luminosa como ejemplo a los ojos de nuestro tiempo. (….) Él nos muestra que el mundo, con todas sus bellezas, no tiene en sí mismo su fin último. Nos llama a salir del ambiente burgués e indiferente. Nos saca de ambientes e ideologías cerradas hacia la esfera de la verdad y la libertad de los hijos de Dios. Nos dice que la fe humilde de los cristianos no se encuentra nunca en lugar perdido. [2]


[1] Juan Ramón Jiménez,
Amaneceres

[2] Juan Pablo II,
Homilía en la Ceremonia de Beatificación de Niels Stensen, 22 de octubre de 1988.

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