El mito de Ícaro

El Papa habla del joven Ícaro, en pos del vuelo hacia la libertad absoluta, (…) que se acerca cada vez más al sol, olvidando que sus alas son de cera

Lo más peligroso para esta columna parece ser cuando aparentemente no pasa nada o el Papa no dice nada. Aparentemente, porque siempre ocurre algo y el Papa hace y dice siempre cosas maravillosas. El peligro, en consecuencia, es a la inversa. Se acumula tanto que resulta difícil la disección. Más difícil que cuando el profesor Antonio de Zulueta nos dirigía las prácticas de disección del cangrejo (alguna especie del género Astacus) en la Universidad Complutense de Madrid. Impresionante la disección del sistema nervioso del cangrejo de río. Hasta el asombro sobre el desarrollo de la vida animal ascendente, desde este invertebrado hasta el hombre, por la complejidad creciente del sistema nervioso central. Así es como llegamos al misterio del hombre, animal racional creado por Dios a su imagen y semejanza -reflexivo y libre-, gracias a esa chispa divina que es su alma espiritual e inmortal. El único ser capaz de Dios, de acogerlo o rechazarlo.


Reflexivo y libre… Tras la disección de otras intervenciones buscamos al papa Benedicto XVI el sábado 21 de octubre cuando visita la Pontificia Universidad Lateranense por la apertura del año académico. El se encuentra muy a gusto, pero ¿qué nos dirá ahora, nuevamente en un ambiente académico como el que lo rodeó en su Universidad de Ratisbona? Comprobado que siempre sucede algo y que el Papa hace y dice cosas maravillosas.

Benedicto XVI esbozó unas deslumbrantes ideas que nos invitan ahora a la reflexión. No las dejemos correr como agua de arroyo o noticias del día… (del día de ayer…, porque todo se hace ayer, menos la verdad).

"Un contexto como el académico -dijo el Papa- invita de forma peculiar a entrar de nuevo en el tema de la crisis de la cultura e identidad que estas décadas plantean. (…) La Universidad es uno de los lugares más significativos para intentar encontrar el camino (…) para salir de esta situación", ya que en ella " se puede explicar la fecundidad de la verdad cuando es acogida en su autenticidad", y "se forman las nuevas generaciones que esperan una propuesta (…) a la perenne pregunta sobre el sentido de la existencia".

"El contexto contemporáneo -prosiguió- parece conceder la primacía a una inteligencia artificial, cada vez más sometida a la técnica experimental, olvidando que toda ciencia debe salvaguardar al ser humano y promover su tensión hacia el bien auténtico. Supervalorar el "hacer" descuidando el "ser" no ayuda a recomponer el equilibrio fundamental que todos necesitan para dar a la propia existencia un fundamento sólido y una finalidad válida".

"Toda persona está llamada a dar un sentido a su comportamiento, sobre todo si se encuentra ante un descubrimiento científico que toca la esencia misma de la vida personal", subrayó. Y advirtió que "dejarse llevar por el gusto del descubrimiento sin salvaguardar el criterio que procede de una visión más profunda nos haría revivir el drama de un mito antiguo: el joven Ícaro, en pos del vuelo hacia la libertad absoluta, (…) se acerca cada vez más al sol, olvidando que sus alas son de cera. Paga con la caída y la muerte el precio de esta ilusión. (…) En la vida hay otras ilusiones en las que no podemos confiar sin que acarreen consecuencias desastrosas para la propia existencia y la de los demás".

Dirigiéndose después a los profesores, Benedicto XVI les recordó que tienen "no solo la tarea de indagar la verdad y suscitar su admiración perenne, sino también la de promover su conocimiento en todos los aspectos y la de defenderla de interpretaciones reductoras y erradas. (…) Es una cuestión clave para dar una identidad profunda a la vida personal y promover la responsabilidad en las relaciones sociales".

"Aprender la esencia verdadera de las cosas, por mínima que sea -dijo el Santo Padre citando al humanista Erasmo de Rotterdam- cuesta mucho trabajo. (…) Este es el trabajo que la universidad debe llevar a cabo, y que pasa a través del estudio y la investigación".

"Dios es la verdad última a la que tiende naturalmente toda la razón, movida por el deseo de comprender hasta el fondo el camino designado -concluyó el Papa-. Dios no es una palabra vacía ni una hipótesis abstracta; es el fundamento sobre el cual construir la vida. (…) El creyente sabe que este Dios tiene un rostro y que, una vez para siempre, con Jesucristo se ha acercado a todos los seres humanos. (…) Conocerle es conocer la verdad plena, gracias a la cual se encuentra la libertad".


Verdad y libertad… Feliz intuición de Einstein: “la ciencia sin la religión está coja; y la religión sin la ciencia está ciega”. Feliz Max Plank al sostener con valentía: “Nadie nos impide relacionar mutuamente el orden del universo y el Dios de la religión. Y el impulso de nuestro conocimiento lo exige. Dios está para el creyente en el principio de sus razonamientos; para el físico, en el término de los mismos”. Feliz Edwin Schrödinger que nos confiesa: “La obra maestra más fina es la hecha por Dios, según los principios de la mecánica cuántica”.

Feliz el que enriquece con oración el comienzo y el final de su duro trabajo diario. Feliz el estudiante que se sabe hijo de Dios y lo invoca -por ahí dentro- en su jornada escolar y en el deporte. Feliz el enfermo que ofrece “esto” a Dios por los demás, como otro Cristo “que me amó y entregó su vida por mí”, le susurra san Pablo.

Emilio Palafox, sacerdote, es doctor en Ciencias por la Universidad Complutense de Madrid.

E-mail: epalafox@buzon.com

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