Cuatro papas en diez años

Dos fueron las características de los pontífices de esta época: elegidos caprichosamente por la “senadora de los romanos” y un papado breve cuyo fin era la muerte.

León VI

 

Marozia había demostrado muy a las claras lo que podía costarle a un papa alentar y poner por obra ciertas veleidades de independencia. Juan X vio asesinar a su hermano por orden de la «Senadora de los Romanos» antes de que también a él lo mataran asfixiándole con una almohada. El nuevo pontífice, León VI, se dio por enterado.

 

Este sacerdote de la iglesia de Santa Susana, elegido a fines de mayo del 928, se guardó muy bien de enojar a la persona a quien debía lo que era. Sin embargo, tanta buena voluntad no le libró de ser asesinado también, en diciembre, cuando Marozia tuvo el capricho de cambiar de protegido.

 

Esteban VII

 

La actitud de Esteban VII, elegido por orden de Marozia en diciembre del 928, no fue más digna que la de su predecesor. Al menos «reinó» un poco más: los dos años que tardó Marozia en sentir el deseo de desembarazarse de él. En febrero del 1931 le hizo asesinar.

 

Juan XI

 

En marzo del año 931, Marozia decidió hacer papa a su propio hijo. Juan XI, en efecto, nació -muy verosímilmente- de sus amores con Sergio III. También él iba a ser de una docilidad ejemplar y también terminaría encarcelado por orden de su madre.

 

En el 932 se casó Marozia por tercera vez: tomó por esposo a aquel rey de Italia, Hugo de Provenza, en quien Juan X había pensado en vano para que le ayudara a contrarrestar la influencia de la omnipotente «senadora».

 

Al cabo de algún tiempo, el conde Alberico el Joven, un hijo que Marozia había tenido de su primer matrimonio, se rebeló contra el insoportable despotismo de su madre. Poco a poco fue ganando para su causa a la nobleza y un hermoso día expulsó de Roma a Hugo de Provenza y mandó a Marozia a que se reuniera en la prisión con su hermanastro el papa. No se sabe a ciencia cierta cómo terminó sus días aquella mujer. Lo que sí se conoce es que Juan XI murió en diciembre del 935.

 

El reino de la pomocracia había llegado a su término. Durante veintidós años quedaría Alberico II como jefe indiscutible de los romanos y se dedicaría con la ayuda de Odón, el abad de Cluny- a reconstruir la Iglesia y, sobre todo, el papado.

 

León II

 

Alberico II de Espoleto era el árbitro de Roma. Cuando su hermanastro, el papa Juan XI, murió en la prisión, Alberico hizo elegir, el 3 de enero del año 936, a un monje benedictino, León VII. Pero éste quedaría tan sometido al duque como sus predecesores lo habían estado a su madre, Marozia.

 

San Odón, abad de Cluny, cuya reforma comenzaba a traspasar los límites de Borgoña, hizo un largo viaje hasta Roma. Ganó para sus ideas al papa y al duque, y ambos actuaron desde entonces de común acuerdo para reorganizar el monacato en Occidente. El mismo León dirigió varias exhortaciones a los obispos de Francia animándoles a impulsar el movimiento cluniacense. En Alemania, nombró vicario apostólico y legado pontificio al arzobispo de Maguncia, Federico.

 

León VII murió en Roma el 13 de julio del 939. Su sucesor seguiría siendo un simple instrumento de la política de Alberico II.

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Un comentario

  1. Los errores., de los papados , en la llamada iglesia primitiva , renacentista, medieval etc., es simple y sencillo , ya! que el mismo hombre tiene errores.

  2. Si se analiza el papel que ocupo Marozia, en los papados, se tipifica ese apetito de poder, basta solamente su hijo Juan XI a quien hizo acupar la silla de san Pedro

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