Le acusan de ser amigo de pecadores y comer con ellos, sin ver que Jesús no ha venido a buscar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan. Otras acusaciones eran que engañaba al pueblo llevándole por caminos distintos de los que establecían los guías oficiales de Israel, cuando en realidad esto ocurría porque eran guías ciegos, que hacían caer a todos en el pozo. También decían que era ignorante porque no había estudiado en ninguna de las escuelas de Israel, cuando esto era una prueba más de su mesianidad, ya que conocía las Escrituras mejor que los maestros de Israel sin haber estudiado. Otra acusación es que estaba loco, e incluso muchos de sus parientes interpretaron así su predicación tan fuera de lo ordinario.
Jesús pone en claro el sentido profundo de toda ley: obrar el bien. Como los fariseos y escribas habían reducido la ley a los preceptos formales externos, dividían a los hombres, según este cumplimiento, en buenos y malos, en justos y pecadores.
Para ellos, Jesús es un enemigo, un blasfemo, porque predica un Reino de Dios, que llega como gracia y perdón de los pecados y no como juicio.
Por eso, no entenderán que cure en sábado, ya que para ellos es más importante la inactividad mandada por la Ley en ese día, que ejercer la compasión y hacer el bien a una persona que sufre.
Se escandalizan de que Jesús coma con pecadores o que atienda a una mujer de mala vida en casa del fariseo que le invita a comer. Jesús les explica el más profundo sentido de la salvación que El trae, al decirles: "quedan perdonados sus muchos pecados, porque maestra mucho amor" (Lc. 7, 47).
Debieron sentirse muy heridos los escribas y fariseos cuando les explicó Jesús la parábola del samaritano (Lc. 10, 29-37), en la que este hombre impuro e inferior, según ellos, tiene una conducta de amor al prójimo que es valorada por encima de la del sacerdote y la del levita, que no socorren al hombre asaltado y dejado medio muerto porque un precepto de la ley inventada por ellos les prohibía tocar un cadáver.
Jesús llega a decirles que los publicanos y pecadores les precederán en el camino del Reino de los Cielos. Ya se entiende que en el supuesto de que se arrepientan de sus pecados.
Por todo ello, no puede extrañarnos que los evangelios digan: -Buscaban la manera de acabar con El, -intentaban quitarlo de en medio. Y, como manifestación máxima de la oposición a Jesús, el consejo de Caifás: "que era mejor que muriera uno solo por el pueblo" (Jn. 18, 14).