Hasta ahora hemos abordado el estudio de la Trinidad analizando las relaciones que los evangelios nos presentan entre Jesús, su Padre Dios y el Espíritu Santo. Pero puede también seguirse otro camino más sencillo: el camino de Belén, Egipto y Nazareth. Dios Hijo, ahora lo podemos entender, eligió al hacerse Niño entre nosotros una morada lo más parecida posible a su Divina Comunión Trinitaria: la Sagrada Familia, morada de entrega y amor mutuo, morada de humildad y, sobre todo, morada en la que se participa del modo humanamente más perfecto posible de la Vida Trinitaria.
Si, como ha dicho Juan Pablo II, "el modelo originario de la familia, hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio trinitario de su vida", entonces la familia es también el lugar que mejor nos puede ayudar a comprender la Trinidad. Si "el "Nosotros" divino constituye el modelo eterno del "nosotros" humano", entonces el "nosotros" humano familiar es icono de la Trinidad. Según esto, la familia es la realidad humana en la que se refleja con más limpidez el Amor Intratrinitario, el mejor ejemplo humano para poder entender a Dios. Y Dios es, de algún modo un "nosotros" familiar.
Afirmar esto no es decir simplemente algo bonito. Significa, como ha dicho el Santo Padre, que la imagen y semejanza divinas no se cumplen sólo en un hombre singular, sino también en la relación hombre-mujer, es decir, que cabe la analogía interpersonal, ya que "a imagen de Dios lo creó. Hombre y mujer lo creó" (Gen 1, 27).
Además, a la luz de lo visto en estos capítulos, podemos comprender que hay dos aspectos del nosotros familiar en los que se reproduce el nosotros trinitario. El modo en que se articulan ambos aspectos cambia en la Trinidad y en la familia, por supuesto, ya que se trata sólo de una analogía. Pero la analogía sirve para comprender más a fondo los dos términos de ella: tanto a la familia como a la Trinidad.
En primer lugar la familia reproduce los dos tipos de amor intratrinitario. Los dos amores familiares, el amor-don de sí de los esposos y el amor-generación paterno-filial los ha querido Dios hacer así como un reflejo de las dos entregas que estructuran la Trinidad, la entrega-generación que marca la relación Padre-Hijo y da origen a esas dos personas en el Espíritu y la entrega-anhelo o entrega-don que marca la relación Padre-Hijo anhelantes- Amor anhelado y da origen a la persona del Espíritu Santo.
En segundo lugar es también propio del amor familiar esa tendencia simultánea hacia dos quienes que hemos descubierto en el dinamismo amoroso trinitario. La familia hace que, así como en la Trinidad cada persona ama con un mismo dinamismo a las Otras dos, el amor del padre a la madre incluya el amor del hijo, el amor de la madre al esposo incluya el amor del hijo y el amor del hijo por el padre o la madre incluya el amor por el otro progenitor. El amor a uno incluye el amor hacia el otro.
Podemos terminar, por tanto, este estudio sobre Dios, afirmando que la Sagrada Familia es el lugar del mundo donde más radicalmente se reproduce el modelo trinitario. Y podemos también, en este sentido, atisbar de algún modo la intensidad del amor del corazón de María por su esposo San José al darnos cuenta de que su amor hacia él era parte del mismo dinamismo de amor con que Ella se entregaba a su Hijo Jesucristo.
Alejandro Burgos
www.mercaba.org
que buena página , excelente justo lo que queria muchas gracias por la información