Inmediatamente después de la muerte se puede rezar:
V. Venid en su ayuda, santos de Dios;
salid a su encuentro, ángeles del Señor.
R. Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo.
V. Que te reciba Cristo, el mismo que te llamó;
y que el coro de los ángeles te introduzca en el cielo.
R. Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo.
Oremos.
Te encomendamos, Señor, a tu hijo(a) N.,
a fin de que, muerto ya para el mundo, viva para ti.
Con tu infinita misericordia
perdona los pecados que la fragilidad humana
le haya hecho cometer.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Vigilia por el difunto
Es muy aconsejable que, según las costumbres y posibilidades de cada lugar, los amigos y familiares del difunto se reúnan en la casa del difunto o en la funeraria para celebrar una vigilia de oración. Esta vigilia la preside un obispo, un sacerdote o un diácono o, en su defecto, la dirige un laico.
Hermanos: Es lógico vuestro dolor, pues siempre duele la separacón de los seres que amamos. Pero en este momento tengamos confianza en el Señor, que nos dice: «Venid a mátodos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré». Por eso, vamos aescuchar su palabra de consuelo y a orar con la confianza de los hijos de Dios.
Salmo Responsorial Salmo 23
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta,
en verdes pastos él me hace reposar
y adonde brota agua fresca me conduce.
R. Fortalece mi alma,
por el camino del bueno me dirige,
por amor de su nombre.
R. Aunque pase por quebradas muy oscuras,
no temo ningún mal,
porque tú estás conmigo,
tu bastón y tu vara me protegen.
R. Me sirves a la mesa frente a mis adversarios,
con aceites tú perfumas mi cabeza
y rellenas mi copa.
R. Me acompaña tu bondad y tu favor
mientras dura mi vida,
mi mansión será la casa del Señor
por largo, largo tiempo.
R. Mi alma espera en el Señor.
Desde el abismo clamo a Ti, Señor,
escucha mi clamor,
que tus oídos pongan atención
a mi voz suplicante.
R. Confío en el Señor,
mi alma espera y confía en su palabra,
mi alma aguarda al Señor
mucho más que a la aurora el centinela.
R. La misericordia del Señor nunca termina
y nunca se acaba su compasión;
El Señor dejará libre a Israel
de todas sus maldades.
R. Se añade la siguiente oración:
Oremos.
Señor nuestro, que eres amor,
recibe en tu presencia a tu hijo(a) N.,
a quien has llamado de esta vida.
Perdónale todos sus pecados,
bendícelo(a) con tu luz y paz eternas,
levántalo(a) para que viva para siempre con todos tus santos
en la gloria de la resurrección.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Oraciones por los Difuntos
El ministro saluda a los presentes, les demuestra su simpatía les ofrece « consuelo de la fe, utilizando la siguiente fórmula u otras parecidas.
Hermanos, en estos momentos de dolor
el Señor está con nosotros
y nos. conforta con sus palabras:
“Felices los que lloran,
porque serán consolados».
El sacerdote dice a continuación una de las siguientes oraciones para encomendar a la persona recién muerta a la misericordia y bondad de Dios
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
escucha nuestras oraciones en favor de tu hijo(a) N.,
a quien has llamado de esta vida a tu presencia.
Concédele gozar de la luz, la felicidad y la paz.
Hazlo(a) pasar con seguridad las puertas de la muerte
y vivir para siempre con todos tus santos,
iluminado(a) por la luz que prometiste a Abraham
y a todos sus descendientes en la fe.
Líbralo(a) de todo mal
y en el gran día de la resurrección y la recompensa,
resucítalo junto con todos tus santos.
Perdónale sus pecados
y concédele la vida eterna en tu Reino.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén,
O bien:
Dios de misericordia y de amor,
ponemos en tus manos amorosas
a nuestro(a) hermano(a) N.
En esta vida tú le demostraste tu gran amor;
y ahora que ya está libre de toda preocupación,
concédele la felicidad y la paz eterna.
Su vida terrena ha terminado ya;
recíbelo(a) ahora en el paraíso,
en donde ya no habrá dolores,
ni lágrimas ni penas,
sino únicamente paz y alegría
con Jesús, tu Hijo,
y con el Espíritu Santo, para siempre.
R. Amén.
Lectura Bíblica Lc 23, 44-46
Uno de los presentes o el ministro proclaman la palabra de Dios. Se puede utilizar una lectura de las siguientes:
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
Como al mediodía, se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad, y Jesús gritó muy fuerte: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», y al decir estas palabras, expiró.
Letanía
Uno de los presentes puede ir guiando a los demás al rezar una breve forma de letanía a los santos. Se pueden incluir otros santos, especialmente los santos patronos de la persona difunta, de la familia, de la parroquia y otros santos a quienes la persona difunta haya tenido devoción particular.
Santos de Dios, ¡vengan en su ayuda!
¡Salgan a encontrarlo(a), ángeles de Dios!
Santa María, Madre de Dios
ruega por él (ella)
San José
San Pedro y san Pablo
rueguen por él (ella)
Se puede añadir la siguiente oración:
Oremos.
Señor Dios de misericordia,
escucha nuestras oraciones y compadécete
de tu hijo(a), a quien has llamado de esta vida.
Recíbelo(a), junto con todos tus santos
en tu Reino de luz y de paz.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Padrenuestro
El ministro introduce el padrenuestro con éstas u otras palabras semejantes:
Dios es infinitamente misericordioso para redimirnos; oremos como Jesús nos enseñó:
Todos dicen:
Padre nuestro…
Oración
El ministro termina con la siguiente oración:
Señor Jesús, redentor nuestro,
tú te entregaste voluntariamente a la muerte
para que todos pudiéramos salvarnos
y pasar de la muerte a una vida nueva.
Escucha, Señor, nuestras oraciones
y mira con amor a tu pueblo,
que ora entristecido por la muerte
de su hermano(a) N.
Señor Jesús, santo y compasivo:
perdónale sus pecados a nuestro(a) hermano(a) N.
Con tu muerte nos has abierto las puertas de la vida
a aquellos que creemos en ti.
No permitas que nuestro(a) hermano(a) se aparte de ti;
al contrario, con tu supremo poder
concédele gozar de la luz, la alegría y la paz en el cielo,
en donde vives tú para siempre.
R. Amén.
Para descanso de los presentes, el ministro puede concluir estas oraciones con una simple bendición o con un gesto simbólico, por ejemplo, haciendo la señal de la cruz en la frente del difunto. El sacerdote o el diácono pueden rociar el cuerpo con agua bendita.
Preces y bendición del sepulcro
Oración
Si el sepulcro no está bendecido, se bendice antes de depositar el cuerpo en él.
Oremos.
Señor Jesucristo,
tú permaneciste tres días en el sepulcro,
dando así a toda sepultura
un carácter de espera en la esperanza de la resurrección.
Concede a tu siervo reposar en la paz de este sepulcro
hasta que tú, resurrección y vida de los hombres,
le resucites y le lleves a contemplar la luz de tu rostro.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Dicha la oración, si existe la costumbre, el sacerdote rocía con agua bendita e inciensa el sepulcro y el cuerpo del difunto, a no ser que esto se haga dentro del rito de la última recomendación.
Rito de Inhumación
El acto de sepultar al difunto se hace inmediatamente o al final del rito, según la costumbre del lugar. Mientras se coloca el cuerpo en el sepulcro, o en otro momento oportuno, el sacerdote puede decir:
Dios todopoderoso ha llamado a nuestro(a) hermano(a)
y nosotros ahora enterramos su cuerpo,
para que vuelva a la tierra de donde fue sacado.
Con la fe puesta en la resurrección de Cristo,
primogénito de los muertos,
creemos que él transformará nuestro cuerpo humillado
y lo hará semejante a su cuerpo glorioso.
Por eso encomendamos nuestro hermano(a) al Señor,
para que lo(a) resucite en el último día
y lo(a) admita en la paz de su Reino.
Si hay homilía junto al sepulcro, téngase en este momento. Si también se hace junto al sepulcro la última recomendación y despedida, téngase en lugar de las siguientes preces finales. En este caso el rito de última recomendación y despedida concuye las exequias.
Preces Finales
Seguidamente el sacerdote puede decir las siguientes preces:
V. Pidamos por nuestro hermano(a) a Jesucristo, que ha dicho: «Yo soy; la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.»
V. Señor, tú que lloraste en la tumba de Lázaro, dígnate enjugar nuestras lágrimas.
R. Te lo pedimos, Señor.
V. Tú que resucitaste a los muertos, dígnate dar la vida eterna a nuestro hermano(a).
R. Te lo pedimos, Señor
V. Tú que perdonaste en la cruz al buen ladrón y le prometiste el paraíso, dígnate perdonar y llevar al cielo a nuestro hermano(a).
R. Te lo pedimos, Señor
V. Tú que has purificado a nuestro hermano en el agua del Bautismo y lo ungiste con el óleo de la confirmación, dígnate admitirlo entre tus santos y elegidos.
R. Te lo pedimos, Señor.
V. Tú que alimentaste a nuestro hermano con tu Cuerpo y tu Sangre, dígnate también admitirlo en la mesa de tu Reino
R. Te lo pedimos, Señor.
V. Y a nosotros, que lloramos su muerte, dígnate confortar nos con la fe y la esperanza de la vida eterna.
R. Te lo pedimos Señor.
Después todos pueden recitar el Padrenuestro, o el celebrante puede decir esta oración:
Señor, ten misericordia de tu siervo(a),
para que no sufra castigo por sus faltas,
pues deseó cumplir tu voluntad.
La verdadera fe lo(a) unió aquí,
en la tierra, al pueblo fiel,
que tu bondad lo(a) una ahora
al coro de los ángeles y elegidos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
V. Dale, Señor, el descanso eterno.
R. Brille para él (élla) la luz perpetua.
Como conclusión del rito puede entonarse algún canto apropiado.
1 Excepto donde se indica, todo ha sido tomado del Ritual Completo de los Sacramentos (México, 1976) y Cuidado Pastoral de los Enfermos — Ed. Bilingüe (Liturgy Training Publications, 1986).
2 Cf. Ritual de Exequias, pp. 3, 4.Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica. México. 1991