La conciencia nos permite actuar de acuerdo a las normas morales en todas las circunstancias de nuestra vida. ¿Sabías que existen varios tipos de conciencia según la formación que tiene la persona?
Para resolver los distintos problemas morales que se presentan en nuestra vida, es necesario conocer formar la conciencia.
La rectitud moral de un hombre se manifiesta en el deseo de formar bien la propia conciencia que es quien ha de aplicar la ley divina. Puede haber una buena emisora, pero si el aparato receptor no es bueno, no se capta el mensaje emitido. Hay que procurar que sea de alta fidelidad.
El Concilio Vaticano II dice sobre la conciencia:
«La fidelidad a la conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la conciencia recta, tanta mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va entenebreciendo por el hábito de pecado» (GS, 16).
Como Dios juzgará a cada uno según su conciencia, es importante conocer cómo puede ser una conciencia para que se procure corregir lo que en ella pueda haber de defectuoso.
Tipos de conciencia
Según su aspecto objetivo, la conciencia puede ser:
– Conciencia recta o verdadera: Es aquella cuyo juicio es conforme con la ley. Actuar según ella lleva a la acción moralmente recta.
– Conciencia errónea: Es aquella que indica mal lo que se debe hacer u omitir. Se llama también falsa. Admite dos casos:
Venciblemente errónea, cuando no se han puesto los medios para conocer la verdad. Actuar según ella es pecado. invenciblemente errónea, cuando es imposible salir del error, sin culpa del sujeto. Seguirla no engendra culpabilidad. Nunca serán pecados culpables las acciones cometidas sin saber su maldad.
Por su aspecto subjetivo:
– Conciencia cierta, cuando juzga el acto sin temor a equivocarse. Es posible que sea errónea a pesar de ser cierta. No basta, pues, estar muy cierto para actuar bien, pues puede haber error culpable que lleva al pecado. Ejemplo: Estar seguro de que el aborto está justificado en algunos casos.
– Conciencia probable, se da cuando juzga la acción fundamentándose en motivos sólidos, pero no del todo ciertos. El grado de probabilidad dependerá de la solidez de los motivos comparándolos con la opinión contraria.
La acción según esta conciencia dependerá del grado de certeza. Por ejemplo: Participar en un negocio sin estar completamente seguro de que es lícito.
– Conciencia dudosa, se produce cuando se suspende el juicio, bien porque los motivos de una u otra opinión parecen igualmente sólidos, o porque no hay motivos suficientes para juzgar. Ejemplo: El que no sabe si un determinado día hay que asistir a Misa o no.
No se ha de hacer, ningún acto posiblemente malo con conciencia dudosa, ya que se expone el sujeto a pecar y el exponerse a pecar ya es pecado en sí. Por ejemplo: No se puede asistir a un espectáculo acerca del cual existe alguna sospecha de que puede ser malo.
En algunos sujetos se dan unos tipos de conciencias enfermas, a consecuencia del temperamento, o de una mala formación, o de vicios no corregidos a tiempo. Son principalmente:
– Conciencia escrupulosa, aquella que apoyándose en motivos fútiles piensa que una acción de suyo buena, o indiferente, sea mala; viendo pecado en muchas cosas que no lo son. Ejemplo: El que pensara que una pequeña mentira le impide acudir a comulgar.
– Conciencia relajada, es la que sin justo motivo cree buena una acción que no lo es, o juzga leves faltas que de suyo son graves. Su culpa es análoga a la de la conciencia venciblemente errónea. Ejemplo: El que piensa que, aunque tenga un pecado grave cierto, puede ir a comulgar, porque ya se confesará.