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II. El Aprendizaje del Amor

El amor entre los futuros esposos empieza durante el noviazgo y poco a poco crece el conocimiento mutuo, de este conocimiento nace el amor.

Sométanse unos a otros por consideración a Cristo… que cada cual ame a su esposa como a sí mismo y que la esposa respete a su marido.[1]

3. ¿Qué es el amor conyugal?

Nuestra sociedad con frecuencia promociona la idea romántica del amor a primera vista en el cual el hombre y la mujer saben que están destinados a pasar sus vidas juntos. Pero Dios puede dar la vocación para el matrimonio en diferentes formas, por lo que no es conveniente decidir sobre el matrimonio a primera vista. La pareja debe dedicar tiempo para conocerse antes de tomar la decisión final.

El amor entre los futuros esposos empieza durante el noviazgo y se basa en una revelación gradual de uno al otro. Poco a poco crece el conocimiento mutuo y de este conocimiento nace el amor.

El conocimiento y el amor llegan a un punto en que están listos para un compromiso para toda la vida y culmina dándose completa y exclusivamente al otro en cuerpo y alma. Llegado ese tiempo es cuando se hace necesario el matrimonio, como entrega total de los esposos entre sí, según la ley de Dios. Como dijo Jesús a sus discípulos: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer y dijo «por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne»?[2]

El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona —reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad—; mira a una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; aexige la indisulobilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a la fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos.[3]

El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios[4] (…) La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: «el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino».[5]

El matrimonio ideal requiere de ese tipo de amor de los esposos. Este amor genuino debe tener ciertas cualidades para que pueda ser una reflexión del amor de Dios y no una simple pasión pasajera. Este amor entre los esposos debe ser:

Humano: no proviene sólo de los sentidos; supera la simple efusión del instinto y la mera inclinación erótica. Abarca a la persona en su totalidad física, psíquica y espiritual. Debe estar trazado sobre el modelo sobrenatural, respetuoso de la dignidad personal del otro y es, por tanto, responsable. Incluye el deseo de sufrir por el otro, porque durante nuestro caminar terreno, el sufrimiento es la prueba de toque del amor.[6]

Total: Conduce a los esposos a compartir todo sin reservas o cálculos egoístas; abarca el bien de toda la persona e impregna toda la vida de los cónyuges. Es una forma única de amistad personal donde el esposo y la esposa generosamente comparten todo.

Fiel y exclusivo: como el amor de Dios del que es participación; hasta la muerte. La donación física propia del amor conyugal sería un engaño si no fuese signo y fruto de la donación personal total en la que se compromete incluso el futuro. Excluye el adulterio y el divorcio.

Fecundo: está destinado por su propia naturaleza a prolongarse en nuevas vidas y, por tanto, no se agota en los esposos, sino que encuentra su corona en los hijos.[7]

4. ¿De quién nos enamoramos? ¿Por qué hay tantos matrimonios infelices?

El aprendizaje del amor, enamorarse verdaderamente del futuro esposo o la futura esposa es una lección que debe aprenderse antes del matrimonio. En primer lugar, uno debe elegir primero al compañero adecuado; de otra forma el matrimonio será una fuente de dificultades.

Un buen cristiano debe evitar enamorarse de:

Los que ya están comprometidos;

Los que ya están casados;

Los que son sólo físicamente atractivos;

Los que son impuros o que tienen costumbres morales relajadas;

Los que han sido llamados por Dios para el celibato, pues también a ellos les demanda el corazón y el ser total de su persona.[8]

Los matrimonios infelices, con frecuencia, son debidos a que la preparación para elegir el compañero correcto fue inadecuada.

Puede ser útil hacer, en la presencia de Dios, un examen sobre si se ama verdaderamente a uno(a), considerando que los enemigos y amenazas del verdadero amor son: egoismo, hedonismo, materialismo, consumismo, la falta de madurez personal y las actividades profesionales demasiado absorbentes.

5. ¿Quién educa para un matrimonio cristiano?

La preparación remota para el matrimonio es impartida por los padres. Debe empezar en la niñez temprana, por medio de una educación familiar sabia y del buen ejemplo que conduce a los hijos a comprender el concepto correcto de una familia cristiana.

La mejor lección que un hijo debe recibir para que tenga un matrimonio feliz es el buen ejemplo de su propia familia. Esta educación temprana es la base sólida para las futuras familias. La educación gradual de los jóvenes, junto con la guía espiritual personal, desarrollará especialmente la virtud de la castidad y los capacitará para comprometerse en un matrimonio honorable.

El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como «familia de Dios» es indispensable para la trasmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia,[9] y esto con mayor razón en nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran suficientemente esa iniciación.[10]

6. ¿Es el «compromiso formal» una etapa importante?

El noviazgo serio y formal es una etapa importante. Los futuros esposos, durante ese período, deben discutir y ponerse de acuerdo en ciertos aspectos de fondo. De otro modo, es fácil dejarse llevar por un amor emocional sin ninguna dirección. Nosotros los cristianos tenemos la ley de Dios como guía.

Con una actitud cristiana, el noviazgo se convierte en:

. Un viaje de esperanza por medio del cual cada uno aprende a respetar al otro; un respeto basado en el hecho de que el hombre y la mujer son hijos de Dios y que sus cuerpos son templos del Espíritu Santo.

. Una escuela de amor donde un hombre y una mujer, mientras se están conociendo, también aprenden que la base principal de un matrimonio feliz es la generosidad del sacrificio propio para con el otro y para con Dios.

. Un aprendizaje de la fidelidad que les permitirá perseverar fielmente en su futuro matrimonio.[11]

El noviazgo debe ser un tiempo para crecer en el afecto y para conocerse mejor. Como en todas las escuelas del amor; debe ser inspirado no por un deseo de recibir, sino por un espíritu de dar, comprender, respetar y de consideración amable.[12]

Por Pablo Arce Gargollo y James P.


[1] Efesios 5, 21 y 5, 33

[2] Mateo 19, 4-5

[3] Cf. C.C.C. 1643 y F. C. 13

[4] Cf. Mateo 10, 9

[5] Cf. C.C.C. 1639 y G S. 48

[6] Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa, Editora de Revistas, México, 1992, 24

[7] Cf. C.C.C. 2373 y H.V. 9

[8] J. L. Soria. On Purity (Princeton, NJ: Scepter Publishers, Inc. 1970)

[9] Cf. C.I.C 1063

[10] Cf. C.C.C. 1632; C.I.C. 1063.2 y G.S. 49

[11] Cf. C.C.C. 2350

Abreviaciones:

C.A.F

Carta a las familias, Ediciones Paulinas, México 1994

C.C.C

Catecismo de la Iglesia Católica, Ronma, Librería Editrice Vaticana, 1992. .

C.I.C

Codex Iuris Canonici (Código de Derecho Canónico) Ediciones Paulinas, México, 1983

D.E.

Directorio para el Ecumenismo, National Conference of Catholic Bishops (N.C.C.B)

(Conferencia Episcopal de los Estados Unidos), Origins vol 23, no. 9, julio 29, 1993

F.C.

Familiaris Consortio: El papel de la Familia en el Mundo Moderno. Juan Pablo II, Roma, Librería Editrice Vaticana, 1981

S.C.A.

Siga el Camino del Amor: Mensaje Pastoral para las Familias, N.C.C.B., Origins vol no. 25, 1993

G.S.

Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II, 1985

G.E.

Gravissimum educationis, Concilio Vasticano II, 1965

H.V.

Humanae Vitae. Paulo VI. Librería Editrice Vaticana, 1968

L.G.

Lumen Gentium, Concilio Vaticano II, 1964

M.D.

Mulieris Dignitalis. Juan Pablo II. Roma, Librería Editrice Vaticana, 1988

N.C.C.B.

National Conference of Catholic Bishops of the United States (Conferencia Episcopal de los Obispos Católicos de Estados Unidos.

O.C.J.

One in Christ Jesus (Uno en Cristo Jesús): Toward a Pastoral Response to the Concerns of Women for Church and Society, por la N.C.C.B., Ad Hoc Committee for a Pastoral Response to Women»s Concerns, Origins vol 22; no. 29, 1993.

S.C.

Sacrosantum Concilium, Concilio Vaticano II, 1963

[12] Josemaría Escrivá. Conversaciones, Editora de Revistas, México, 1991

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6 comentarios

  1. Muy bueno, hay que trabajar mucho para educar y ayudar a los jóvenes.Es muy importante,tener claro antes de casarse que gran responsabilidad se está asumiendo.

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