Obediencia

Los treinta años de vida de Jesús en Nazaret fueron años silenciados por los evangelistas, excepto un hecho que conviene tener en cuenta con detenimiento: La pérdida del Niño cuando la Sagrada Familia acude al Templo de Jerusalen.

Tenía Jesús doce años, ésta era la edad en la que habitualmente se introducía a los niños en la vida religiosa de los mayores. Era como una fiesta religiosa de la adolescencia. Quizá era éste el contexto de la subida a Jerusalen de la Sagrada Familia; ésto no nos es posible asegurarlo, ni es relevante para lo que allí sucedió: Pasados aquellos días, al regresar, el Niño Jesús se quedó en Jerusalen, sin que sus padres lo advirtieran76.

Después de tres días de búsqueda, María y José encuentran al Niño en el Templo sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían estaban asombrados de su sabiduría y de sus respuestas77.

La preocupación de los tres días de pérdida y búsqueda quedan reflejados en las palabras de María. En su exclamación se advierte tanto la alegría del encuentro como la queja de no comprender el porqué de la separación. Es como si la normalidad de la obediencia cotidiana durante tantos años se rompiese con una aparente desobediencia al separarse de ellos sin decirles nada. De ahí la sorpresa y las palabras que dice María cuando encuentran a Jesús: al verlo se maravillaron y su madre le dijo: Hijo ¿Por qué nos has hecho ésto? Mira como tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando. Y El les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre? 78.

María y José sabían que la misión de Jesús era la de cumplir la misión que el Padre le había encomendado; ellos mismos no desean otra cosa, pero algo en este hecho les supera, y quizá uno de los motivos más fuertes fuese que hasta entonces Jesús Niño se lo consultaba todo, y les era obediente siempre con total naturalidad.

De hecho, tras este incidente, el evangelista destaca la obediencia de Jesús, que indica su posterior comportamiento durante los dieciocho años siguientes hasta que comienza su vida pública, con toda la autonomía que ello comportaba: bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto79. Esta sujeción de Jesús se puede traducir también con otra palabra: obedeció

Como en los apartados anteriores ocurre en este aspecto de la vida de Jesús algo normal a los ojos de los hombres, y algo luminoso y oculto. Por un lado todo funciona como en una familia normal: los padres mandan y el hijo obedece. Pero sabiendo quien es el Hijo y quienes son los padres ya no resulta tan fácil este orden de obediencia.

El orden parece totalmente al revés. Jesús, además de Hombre, es Dios, María es la criatura más perfecta salida de la mano de Dios, José es un hombre bueno pero con una misión inferior a María y a Jesús. Sin embargo, el orden querido por Dios es el normal entre los hombres en una familia: José manda como padre, María como madre, y Jesús les obedece a los dos.

Parece cosa clara que hay una lógica divina en estos contrastes. Dios quiere que su Hijo redima a la Humanidad a través de la obediencia, también a los hombres. De hecho , no sólo obedece a José y a María -lo que resultaría fácil- sino que también obedece a todos los que tienen alguna autoridad, incluidos los que la emplean mal como los Sanedritas y el mismo Pilatos o los verdugos que le crucifican.

La explicación a esta obediencia tan total y tan humilde la podemos encontrar en los orígenes.Adán y Eva pecaron de orgullo, pero su pecado se concreta en un acto de desobediencia. San Pablo dice que por la desobediencia de un sólo hombre muchos resultaron pecadores 80.

Esta desobediencia original desencadenó un torbellino de pecados en el mundo, junto a grandes sufrimientos. Curiosamente esta desobediencia a Dios origina el sometimiento a Satanás que esclaviza al hombre y lo destruye. Dios quiso recomponer el lazo entre El y los hombres, rompiendo al mismo tiempo las cadenas del pecado originadas en la desobediencia con una obediencia de valor infinito: por la obediencia de uno sólo muchos quedará justificados 81.

La obediencia de Jesús comienza en el entorno amable y fácil de la Sagrada Familia, pero fue una constante en su vida. Obedece las leyes justas, a las autoridades civiles y religiosas. No reacciona con rebeldía o reclamando la superioridad que le correspondía sino que se somete, destruyendo así el orgullo de la desobediencia del pecado.

Su obediencia llega al punto culminante en la Pasión, pues, como indica San Pablo,: se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.82 Las palabras del mismo Jesús durante su oración en el huerto de los olivos: no se haga mi voluntad sino la tuya indican la raíz de la obediencia: cumplir la voluntad de Dios.

Ya en el Antiguo Testamento había insistido Dios a través de los profetas en la necesidad de una religiosidad en la que la obediencia fuese más importante que los sacrificios legales. Mejor es la obediencia que las víctimas clamaba Samuel. Pero con Jesús la enseñanza alcanza lo sublime, pues no es su obediencia el acto de sumisión a Dios o a las autoridades; sino que es el mismo Creador el que obedece en la Persona de Jesús. La enseñanza es clara: no cabe una vida que quiera ser cristiana que no incluya la obediencia como algo esencial.

Por otra parte, la obediencia es una virtud que es fruto de otras virtudes. Mirándolas se advierte mejor la importancia que Dios le da:

– es acto de amor. El que ama busca cumplir la voluntad de la persona amada. Sin amor la obediencia es servilismo. Con amor, la obediencia es causa de que el que ama y el que obedece posean una identidad de voluntades en aquel punto. La unión es mayor.

– es acto de fe. El que obedece cree que el mandato viene de Dios. Sin fe, la obediencia es un acto meramente humano. Con fe, la obediencia equi­vale a cumplir la voluntad de Dios. La misma fe es un acto de obediencia.

– es acto de humildad . El soberbio difílmente aceptará la voluntad de otro; si obedece lo hará sólo como un acto externo, con rebeldía interior en cuanto le sea posible desobedecerá. La obediencia ayuda a superar el amor propio, que tiende con facilidad a intentar dominar a los demás.

– otras virtudes. Sería posible enumerar todas las demás virtudes para enmarcar un buen acto de obediencia. Bástenos decir que el obediente será más cordial, superará enojos y envidias, tendrá más paz, será más eficaz, mortificado, diligente, y, además, sabrá mandar si le corresponde. Podríamos seguir, pero basta con mirar a Jesús para aprender con los hechos lo que enseña desde sus primeros pasos en la tierra hasta su entrega total en el Sacrificio de la Cruz.


76 Lc 2, 43

77 Lc 2,47

78 Lc 2,48-49

79 L 2,51

80 Rom 5,19

81 ibid

82 Flp 2,18

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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